EL CHAMAN DE LA TRIBU

Una historia totalmente real acaecida, en las afueras de París, Francia, el día 18 de julio del año, de Nuestro Señor, 2001.

El cielo estaba gris y la lluvia caía suavemente por las paredes de la gran cúpula de cristal.
Tenía todavía diez horas para disfrutar del lugar, mientras la naturaleza, desde el otro lado de la cúpula, me saludaba con truenos, relámpagos, lluvia y el verde de los campos.
Estaba en la maravillosa Terminal Internacional de Air France en el Aeropuerto Charles de Galle de París. Un aeropuerto hecho a la medida del hombre.
Me acomodé en la butaca y abrí con placer el libro de turno. En este caso se trataba de uno que me hablaba sobre la historia mágica de la que fue la capital de Reino de Italia: la Cuidad de Torino. Así de a poco, me dejé transportar dentro del más puro esoterismo de esa antigua Ciudad. A medida que avanzaba en la lectura se hacían presentes: astrólogos, magos y hasta los reyes.
Una presencia inesperada me convoco a "la realidad".
Me giré con discreción y vi: un hombre, alto, delgado, de mediana edad y que irradiaba un magnetismo especial. Su procedencia era indudable: su brillante piel negra hablaba del misterioso Continente Negro.
Vestido con una especie de túnica azul muy larga, caminaba con mucha agilidad, y prestancia.
De pronto realizó uno movimiento que me sorprendió: metió su huesuda mano en una pequeña bolsa que sostenía con la otra, y extrayendo una extraña sustancia amarilla comenzó a dejarla caer en el piso.
Era como si esperando convocar pájaros en una plaza, les esparciese la comida por todo el lugar.
Pero donde estábamos no había pájaros, por lo menos de ese tipo. Quizás buscándolos miré por los ventanales hacia la pista de aterrizaje, y vi a los grandes pájaros de metal detenidos, y sonriendo pensé:
- Estos quieren otro tipo de comida.
Intenté volver a magia de Torino, pero era inútil. Mi mente estaba en otra parte. Ella se preguntaba:
¿Que hace un hombre africano con túnica en este sitio? Y ¿Por qué deja caer eso en el piso?¿para qué lo hace?.
Como a mi mente le faltaban datos, no tuve otra opción que volver a observar al hombre. Ahora caminaba adelante y atrás entre las filas de butacas. Finalmente de detuvo frente a la puerta de embarque número F 56. Afuera un avión esperaba su cargamento humano. El hombre entonces comenzó a susurrar algo.
¿Estaba quizás rezando algo? Y en ese caso ¿qué rezaba?.
Mi mente se había lanzado a buscar respuestas, como si se tratase de un perro sabueso que ya ha olido diversos objetos de una persona extraviada, se hubiese lanzado a buscarla, y no pensaba detenerse hasta encontrarla.
Y finalmente lo logró. La gran pintura que se escondía detrás de las pinceladas del artista se había hecho visible.
Indudablemente, se trataba de un religioso de origen africano. Sí, y de algún antiguo culto de la naturaleza. Seguramente un Chamán. Esto explicaba su porte tan especial y digno, y que llevara puesta su larga túnica azul.
Además el Chamán estaba realizando indudablemente un ritual. Por eso el susurro delataba el rezo a su deidad.
Seguramente convocaba a sus dioses para que lo ayudara a realizar una travesía entre París y algún remoto país africano, en estos nuevos "pájaros del cielo".
Por eso había sembrado con incienso toda la alfombra que rodeaba a la puerta de embarque, por eso había purificado el lugar con rezos.
Yo estaba feliz de haber dejado de leer un libro sobre magia, para vivenciar lo que sucedía justo al lado mío, un acto mágico por excelencia: La convocatoria de un Dios.
De pronto, el ruido agudo de un carrito eléctrico que se acercaba, llamó mi atención. Al volante se encontraba un funcionario del aeropuerto. Este, al ver al Chaman, detuvo el carro y se quedó mirándolo.
Mi curiosidad crecía: ¿detendría este funcionario el ritual?.
Este, permaneció unos minutos más mirando el ritual y luego, sin decir palabra, puso nuevamente en marcha el carrito y se retiró.
Me sentí emocionado por el respeto que este funcionario había demostrado hacia la religión del chamán.
Unos minutos después, una joven turista, delgada y con aire de intelectual, traspasó sin darse cuenta, los límites del territorio que se estaba purificando. La mirada de reprobación, que recibió del chamán, fue tan dura que casi la paralizó. Luego aún sorprendida, y con el corazón agitado, se alejo mascullando una silenciosa queja.
Posé luego mi vista en los otros pasajeros:
Algunos miraban el ritual algo extrañados. La mayoría lo ignoraban.
- Que pena, pensé, - estas personas no pueden apreciar lo que está sucediendo delante de sus ojos.
Seguí mirando, y busqué al Chamán, pero ya no estaba. Se había desmaterializado, y así el ritual había finalizado tan misteriosamente como había comenzado.
Volví a mi libro de magia.
No habían pasado más de cuatro minutos cuando, un ruido que provenía del territorio purificado, me convocó de nuevo. Parecía como si una pequeña turbina de avión que hubiese despertado.
¿Quizás un pequeño avión en el pasillo? ¡Imposible!.
Me di vuelta intrigado, y lo que vi me dejó atónito.
El Chamán se había materializado nuevamente, solo que ahora se encontraba al mando de una máquina limpiadora-aspiradora.
Sí, de una de esas máquinas de tipo industrial.
Y con ella estaba invadiendo el territorio sagrado.
Busqué de integrar esta escena, en el modelo de mundo mágico que yo había creado: en mi paradigma de la realidad, pero fue imposible.
Por más que lo intenté, no pude. La aspiradora industrial fue demasiado, no había modo de incorporarla.
Demasiado moderna- me dije suspirando, -si tan solo el Chaman se hubiese limitado a usar una escoba.
Y entonces, en un segundo, todo cambió para mí.
Mi mente retomó los datos de la percepción externa y, sin consultarme, comenzó a mezclarlos y a ordenarlos de otro modo. Me sentí como un mazo de cartas sujeto a los caprichos del destino.
Una nueva realidad se había creado.
Las doce campanadas de "la media noche de Cenicienta", estaban sonando, y la magia se hizo presente:
La bata ritual se convirtió en un guardapolvo de limpieza, el incienso en una variedad de jabón semi sólido, y el religioso en un empleado de un compañía de limpieza de alfombras.

Autor: Dr. Dino Ricardo Deon.