LIBERANDO EMOCIONES

A medida que nuestra vida va avanzando, vamos viviendo un sinnúmero de experiencias, tanto buenas como malas, que van dejando su huella en nuestro ser.
Algunas de esas vivencias han dejado una huella mayor que otras, por lo cual, el quantum emocional involucrado en las mismas es mayor y más intenso que en aquellas experiencias que se han transformado en simples recuerdos intrascendentes.
Esas emociones que, por diversos factores, muchas veces no han podido ser expresadas en su momento (en general ocurre con las emociones negativas), han quedado acumuladas en nuestro interior.
Cuanto más antigua sea la data en que se engendraron esas emociones, mayores raíces habrán echado en nosotros.
El hecho de que las defensas las mantengan "contenidas" o, como comúnmente se dice "tapadas", no significa que no existan. Aunque no lo reconozcamos, esa carga de energía acumulada, de alguna manera, se mal canaliza a través de los denominados "síntomas". Es así como comenzamos a enfermarnos física o psíquicamente, ya que esa energía negativa va al cuerpo (por ej. úlcera, tensiones), o a la mente (en forma de miedos, inhibiciones, etc). Los síntomas mantienen deformado y disfrazado al contenido que les dio origen. Por eso no reconocemos cuál es la verdadera causa del mismo y, muchas veces, resulta que cuando el médico nos dice que orgánicamente "no tenemos nada", nos está diciendo también que el origen de nuestro síntoma corporal es, en estos casos, psicológico.
Así, nos encontramos con que nuestros síntomas (ya sean limitaciones, somatizaciones, etc.), están denunciando una problemática latente que es la que les está dando origen.
Lo cual nos lleva a revisar, dentro de un ámbito terapéutico, a las diversas etapas de la vida por las que hemos pasado, para así poder conectarnos con nuestras propias emociones y poder encontrar una explicación que nos permita hallar una solución a nuestros problemas. Empezamos así a rebobinar nuestra historia y, a medida que lo hacemos, nos sorprendemos reiteradas veces culpando a nuestros padres por todo lo que nos pasa. Esta etapa se elabora, muchas veces, con gran dolor pero, en vez de culparlos, avanzamos más en nuestro propio crecimiento si los comprendemos y si entendemos que ellos nos dieron (o no nos dieron) hasta donde pudieron hacerlo de acuerdo, también, a la propia historia de cada uno de ellos. Así, al poder comprenderlos, podemos ir autosuperándonos para poder avanzar hacia nuevas sendas.
Pero, al recorrer este proceso, nos encontramos con que hay algunas situaciones que nos ocurren y que no sabemos por qué nos pasan. Por lo que, al continuar procesando nuestra propia información, podemos comenzar a recordar acontecimientos que estaban totalmente reprimidos y que, justamente por estar reprimidos, nos manejaban ellos a nosotros creando nuestras limitaciones, trabas, nuestras repeticiones de lo mismo que nos hace sufrir y tropezar siempre con la misma piedra, como si fuese un destino del cual no podemos escapar.
Así, podemos ver que estamos repitiendo historias pero, en realidad, lo que estamos repitiendo es la forma particular en que nosotros las hemos incorporado en nuestro interior. Además, la forma en que nos vinculamos con los demás es la que hemos aprendido desde nuestra temprana infancia, y que ahora las interactuamos con las distintas personas que vamos conociendo a lo largo de nuestra adultez.
En esta búsqueda interior, cada vez que hallamos ese "algo" que nos estaba faltando, experimentamos un verdadero "insight" o "darse cuenta" que nos permite avanzar en segundos lo que no hemos avanzado en años.
Ese "algo" es una información que nuestra mente inconsciente se estaba guardando y que, al enterarnos, pasan a nuestra mente consciente, ampliando así nuestro campo de conciencia.
El "guardar" las emociones negativas da origen a enfermedades físicas y psíquicas. Pero si, dadas las circunstancias de la vida, ya están contenidas en nuestro interior, lo más sano es, dentro de un marco de protección terapéutica, tratar de atreverse a sentirlas, enfrentarlas, descargarlas y elaborarlas. Cuanto más las evitemos sentir, tanto más crecerán dentro nuestro, ejerciendo presión por salir y expresarse.
Además, al modificar terapéuticamente un estado emocional, también estaremos modificando a las ideas que lo acompañan, ya sean éstas recuerdos, fantasías, creencias, etc, y viceversa.
Los procesos emocionales necesitan ser experimentados. Así, por ejemplo, si nos tocó vivir una pérdida, tendremos que pasar, más tarde o más temprano, por el denominado proceso de duelo, sintiendo el dolor que nos provocó tal pérdida. Si dicho proceso ha estado contenido de alguna manera, es necesario revivirlo, descargarlo (emocional) y elaborarlo (intelectual) para poder ir despidiéndonos y desprendiéndonos del recuerdo de la persona que hemos perdido.
Al seguir los procesos emocionales naturales, podremos alcanzar nuestra paz interior. De lo contrario, estos procesos se vuelven patógenos.
Cuanto más al día estemos con nuestras emociones, menos carga tendremos, seremos más valientes por habernos enfrentado y por no haber tapado, saldremos más sólidos y fortalecidos de dicha experiencia, tendremos menos predisposición a somatizar una gran gama de enfermedades, podremos avanzar en nuestros proyectos sin inhibiciones ni miedos, y habremos acrecentado nuestra confianza en nosotros mismos.
Para no quedar atrapados en el destino que nos hace construir nuestro pasado, podemos modificar nuestros pensamientos presentes, sabiendo que nuestros pensamientos son nuestro destino.

Autora: Lic. Viviana Blas.