TOM

Mauricio se despertó y se sentó en el borde de su cama. Había dormido doce horas pero se sentía agotado. Parecía como si durante ese tiempo algún duende travieso se hubiese divertido en golpearlo sistemáticamente, mientras él trataba de dormir. Pensó en levantarse, pero no lo hizo, no tenía ganas, ni fuerza para hacer nada.
- Hoy es sábado -se dijo mientras miraba la pared blanca que tenía frente a su cama- otro sábado gris, sin sentido -Mauricio con las ventanas bajas de su dormitorio no vió, o no quiso ver ese hermoso día de primavera que hacía fuerza por entrar.
Mauricio tenía la vista perdida en esa pared blanca, cuando de a poco, en esa misma pared, comenzó a ver proyectada su vida, como si fuese una película en el cine.
Primero se vió con sus dieciseis años, lleno de vida, cargado con todo ese empuje que provenía de su interior y que le permitía dirigir fácilmente su energía hacia lo que quería. Se vio divirtiéndose, disfrutando de hacer por el placer de hacer. Se daba cuenta de que con muy poco se podía ser muy feliz. Se sentía libre.
Luego hubo un cambio de imagen y se vio más grande.
- Crecí y maduré -se dijo mientras seguía atentamente el desarrollo de la película y se vio comenzar otra vida. Una vida destinada a llegar a ser alguien. ¡Cuántos deseos, y cómo luchaba para lograrlos!. Luego cuando los satisfacía, los dejaba atrás, siempre corriendo hacía el logro de nuevos deseos. Es que eran como agua de mar, cuanto más bebía, más sed de cosas tenía. Con los años esta carrera, que se había vuelto frenética, para el logro de deseos, le quitó la paz, y le fue afectando su salud. Todo se dejaba a un lado, todo se sacrificaba en aras de materializar sus nuevos deseos. Nada le parecía imposible de lograr. Y era cierto. Era un hombre de éxito. Pero tenía un probema que sus amigos había resumido en una sola frase: "Siempre conseguía lo que quería, y luego no le gustaba lo que conseguía".
Mauricio se acomodó un poco en el borde de la cama y se dijo:
- Ahora a la distancia lo veo claro. Alcanzaba mis objetivos para darme cuenta que había corrido atrás de una especie de fantasma, nunca aprehensible.
Por un momento creyó verse como una especie de explorador en el desierto buscando la felicidad contenida en un bloque de hielo con la forma de sus deseos, una vez que lo encontraba, y lo tomaba, se le licuaba bajo el sol, se disolvía entre sus manos, inevitablemente.
Luego se vió proyectado en otra escena: el día que perdió un objeto exterior que él amaba mucho. Se dio cuenta que a pesar de todos sus esfuerzos la vida se lo llevaba hacia otros horizontes. Así las cosas, un día, cansado de correr atrás de las cosas materiales, y de sufrir, y de sacrificarse, se tiró en la cama y perdió el interés en todo. Se replegó sobre si mismo, retiró su energía del mundo exterior.
Mauricio se vio proyectado en la película, mientras experimentaba este nuevo cambio, el cambio en su interior, fueron momentos difíciles. La lucha exterior para alcanzar los logros materiales había cesado y ahora había comenzado la lucha interior. Dentro suyo había comenzado a escuchar diferentes voces. Una de estas voces lo recriminaba por no haber hecho lo suficiente para conservar el objeto amado, la otra voz ,como la de un niño que sin querer hubiese roto un cristal con la pelota de futbol, se disculpaba entre lágrimas. Y cuanto más pedía este pequeño niño que lo perdonaran más cruel y agresiva era la otra voz. Las voces continuaron con tanta fuerza que parecían dos ejércitos en guerra, dos ejércitos que no tenían reparos en bombardear permanentemente el territorio enemigo, pero el territorio enemigo era siempre su propio cuerpo, y su salud se debilitó un poco más.
Con el tiempo estas voces se acallaron.
Ahora se vió cuando sufrió su útlimo cambio. Había decidido cambiar el enfoque de su vida.
Se eschuchó de nuevo cuando decía:
- De aquí en más no me esforzaré más en lograr cosas externas, me adaparé a una vida simple, y me buscaré un trabajo que me permita vivir. Mauricio creyó entender el desapego, creyó que había que dejar de desear, y se convirtió en su ser pasivo, sin intereses.
Y así Mauricio consiguió un trabajo árido y sin exigencias. Logró aburrirse. Este trabajo no le exigía ningún esfuerzo pero tampoco le producía ninguna gratificación. Mauricio se sentía vacío, sin sentido.
Finalmente Mauricio se fregó los ojos hasta que la película cesó, se levantó como un autómata y se dirigió sin pensarlo, hacia lo de Carlos.
Se sorprendió cuando se encontró frente a la puerta de su amigo de la infancia. Era la segunda vez que iba a verlo en la última semana, y se preguntó por qué lo había evitado durante tantos años. Se dijo que quizás porque Carlos tenía la tendencia a explicar las cosas, usando frases tomadas de diferentes autores, o de temas de películas y como a él no le gustaba leer, y menos ir al cine, esto le resultaba irritante o quizás, pensó, lo había evitado porque Carlos siempre había estado caminando en la vida por un sendero que él nunca había podido descubrir. Sea cual hubiese sido el motivo, la realidad era que estaba delante de su puerta, y se dijo:
- Espero, esta vez, no ponerme de nuevo a contarle mi vida como hice la semana pasada.
¡Que ridículo se había sentido entonces!. Se había encontrado con Carlos y había comenzado a hablar de su pasado sin poder detenerse, él que era tan reservado con su intimidad. Era como si el dique que contenía el agua de su historia se hubiese roto y no había podido detenerla hasta que la derramó sobre Carlos que la recibió casi con placer.
- Veremos que pasa hoy, -se dijo con resignación y tocó el timbre.
Enseguida apareció Carlos con el rostro radiante, una hermosa sonrisa, y con los ojos curiosos de siempre. Su rostro era juvenil , como si la vida no hubiese pasado.
- ¿De qué te estás riendo? -preguntó Mauricio, buscando de compartir algo que lo sacara de su tristeza y apatía.
- Me río, porque estoy feliz.
Y como Mauricio parecía esperar alguna otra explicación que completara la idea, Carlos agregó:
- Y estoy feliz porque estoy vivo. Como decían en una película de comedia italiana sobre la guerra, cuando el personaje logra sortear un campo minado, bajo el fuego de metralla del enemigo, y se da cuenta que nada le ha sucedido, grita sin poder evitarlo: "Estoy contento, estoy vivo. Estoy vivo estoy contento".
Carlos miró a los ojos de Mauricio y agregó:
- Y con esta idea busco hacer de la vida un hermoso juego, lleno de libertad.
La palabra "juego" y "libertad" lo hizo vibrar a Mauricio, que se dio cuenta de que nunca había logrado entender la vida de ese modo. Había logrado tener en su momento éxito económico, social, pero nunca había logrado hacerlo de un modo divertido, como un juego. Siempre necesitó exigirse, nunca había podido hacerlo de un modo placentero, nunca se había sentido libre.
Entonces dijo, con una sonrisa que trataba de ocultar la bronca del que no puede entender:
- Me querés decir, ¿cómo se llega a lograr que la vida sea un juego y a sentirse libre?.
Y Carlos le explicó que debía comprender algunos conceptos básicos.
- Tienes que entender que dentro tuyo, habitan diversas almas con diferentes intereses, y no todas quieren jugar o sentirse libre, ¿has visto la película "Sostiene Pereira"?.
- No -contestó Mauricio.
- Pues entonces te voy a prestar el libro que le dio origen. Es de un autor Italiano llamado Antonio Tabucchi -y mientras decía esto se puso a buscarlo en su biblioteca, y se lo entregó a Mauricio.
Mauricio lo ojeó un poco y dijo a modo de disculpa:
- Pero está escrito en italiano y no lo voy a poder entender bien.
- Perdona -dijo Carlos con una sonrisa. Tomó el libro de nuevo en sus manos, lo abrió y le leyó algunos párrafos que trataban sobre "la confederación de almas" y decía que "...la personalidad es como una confederación de varias almas, porque nosotros tenemos varias almas dentro nuestro, en verdad, una confederación que se pone bajo el control de un yo dominante... que aquello que llamamos nuestro ser, o lo normal en nosotros, es solo el resultado, no una premisa, y depende del control de un yo egemónico que se ha impuesto en la confederación de nuestras almas; y en el caso que surja otro yo, más fuerte y más potente, este desplazará al otro yo dominante y tomará su puesto, pasando a dirigir la corte de las almas, mejor dicho de la confederación".
Como Mauricio había quedado con la boca abierta, Carlos preguntó:
- ¿Entiendes de qué hablo?.
- Ni una palabra -contestó Mauricio.
Carlos tomó una respiración profunda y dijo:
- Digamos que dentro tuyo existen varias personas. Primero cuando tenías 16 años vivías a través de cierto yo dominante, luego cuando elegiste tener una vida volcada hacia el éxito material, dentro tuyo había tomado el control un "Yo dominante" que creía que la vida es dinero y poder sobre todas las cosas. Luego sucedió algo, y hubo un nuevo cambio. Tomó el control un nuevo "Yo dominante", y entonces perdiste interés en las cosas y te volviste pasivo. Este Yo no tiene interés en nada. ¿Recuerdas cuando me dijiste que escuchabas voces discutiendo en tu interior? -Mauricio asintió con su cabeza- es porque pudiste escuchar distintos "Yoes", en plena lucha por imponerse unos a otros. Luego cuando creíste elegir una vida de empleado, que simplemente trabaja por un sueldo, aceptaste que tomara el control un "Yo dominante" distinto. Debes entender entonces que dentro tuyo viven distintas personas , distintas almas. Depende de cual tome el control, para que la vida se te presente diversa, cambien tus intereses, tus amores, tus valores, tus ganas de vivir. Si bien existen otras personas que pasada la adolescencia, aceptan el poder de determinado "yo dominante" y así transcurren su vida, sin grandes cuestionamientos, ni cambios internos, pero parece que este no es tu caso. Parece que dentro tuyo las guerras por el poder continúan.
- Pero dentro mio ahora no hay ninguna guerra, he aceptado mi destino -balbuceó Mauricio como si tratara de defenderse.
- Mirá Mauricio, cuando tú aceptas que tu "yo dominante" sea un ser triste, pasivo, sin intereses en la vida, tomando una posición de víctima respecto de la sociedad, lo que sucede contigo es que tienes miedo de vivir, tienes miedo a lo que pueda suceder si cambias, si creces. Y como dice Don Juan en el libro Las enseñanzas de don Juan "El miedo es el primer enemigo natural que un hombre debe derrotar en el camino del saber".
Carlos esperó un poco hasta estar seguro que la palabra miedo hubiese hecho efecto en el interior de Mauricio y luego dijo:
- Te voy a contar una historia, una historia que no he tomado de ninguna película, una historia que no he leído en ningún libro. Es la historia de un perro de caza, llamado Tom, que tenían mis padres cuando yo era muy pequeño. El perro era hermoso, grande, y muy fuerte. Por este motivo, me habían dicho que lo tenían que tener atado con una larga cadena en el fondo de la casa. Y así Tom vivía encadenado, girándo en círculos hasta donde el largo de la cadena se lo permitía. Aproximadamente una vez por mes, a mi abuelo, que vivía también en nuestra casa, le daba lástima y lo sacaba a pasear. Era un espectáculo casi divertido ver la escena. Tom que se daba cuenta de que había llegado el momento de salir, y giraba rápidamente en círculos haciendo un gran ruido con su cadena. El abuelo teniendo fuerte la cadena, durante el trayecto que, a través del largo pasillo, conducía del fondo de casa hasta la vereda. Y Tom que cada vez tomaba más impulso, hasta que finalmente, como siempre triunfaba sobre el abuelo, que se veía obligado a soltar la cadena para no verse arrastrado por la fuerza de Tom. Luego Tom salía corriendo de la casa, corría con todas sus fuerzas por la calle hacia una esquina, arrastrando tras de sí la cadena, llegaba a la bocacalle, miraba un poco y luego volviendo sobre sus pisadas corría hacia la otra esquina, derribando todo lo que pudiese interponerse en su camino. Llegaba hasta la bocacalle volvía a mirar y luego se serenaba y volvía despacio a la puerta de la casa donde se sentaba a mirar la gente pasar, disfrutando de su libertad. Hasta que el abuelo tomaba suavemente la cadena y Tom se dejaba llevar mansamente hasta el fondo.
Siempre me pregunté qué hubiese pasado con Tom si simplemente lo hubiesen dejado libre.
Carlos miró a Mauricio y se dio cuenta de que había comprendido, entonces se despidieron.
Mauricio se fue a caminar y mientras lo hacía, comenzó a sentirse cada vez más seguro de sí, luego comenzó a caminar cada vez más rápido, como aquel que avanza hacia lo que más desea. De pronto sintió que su corazón latía más fuerte y una energía que provenía de su interior lo llenaba de calor. Su rostro se iluminó, y comenzó a llorar de alegría. Es que se daba cuenta que estaba caminado hacia lo más profundo de si mismo, y que ahora sí podía escuchar desde el fondo de su ser, las pisadas de Tom, que giraba rápidamente en círculos haciendo un gran ruido con su cadena... esperando, esperando...

Autor: Dr. Dino Ricardo Deon.