EL DIABLO

Qué tenebroso parece, ¿verdad?. ¿Será tal vez por el fondo oscuro?. La sola mención de su nombre produce un cierto temor e inquietud. Pero su presencia nos remite otra vez al eterno juego de polaridades que El Tarot nos enseña. Hasta aquí, sus anteriores compañeros de ruta eran claros, diáfanos, amables, sus aspectos oscuros o negativos aparecían sólo cuando se desequilibraba su energía. Contrariamente en El Diablo, están allí, sin anestesia ni aviso previo, nos regala con su sola presencia toda la oscuridad que los demás no se atrevían a mostrar. Podríamos preguntarnos si esto era necesario a esta altura de nuestro viaje. La respuesta es sí, prácticamente todas las culturas y religiones hablan de luz y oscuridad, de dioses benéficos y otros maléficos, de la eterna lucha entre el Bien y el Mal. Recordemos aquello de "para tocar el cielo con las manos primero hay que hundir los pies en el Infierno", en nuestro propio infierno personal. Este es el desafío que El Diablo nos plantea. Una ligera mirada a su imagen nos muestra un extraño ser mezcla de humano y animal, todo en ella nos remite a las tantas representaciones de dioses de la oscuridad de infinitas culturas paganas. En algunos Tarots tiene cuernos de carnero, alas de murciélago, pezuñas de cabra o garras de ave de rapiña; si bien se lo define como masculino su torso es femenino, quizás sea sólo para ocultar su gran crueldad interior. Es en suma una representación de confusión, caos, ambigüedad. Si lo observamos más detenidamente veremos que a pesar de todo esto, su imagen guarda una estrecha relación con la de sus compañeros. Su figura sentada nos recuerda a El Emperador, pero mientras que el trono de éste es un cubo perfecto, como representación de la perfección de la Naturaleza, El Diablo en cambio descansa sobre un sitial triangular o rectangular y más aún, a veces se trata de un caldero hirviente. Sus brazos extendidos imitan a El Mago, pero mientras éste alza hacia el cielo su varita para tomar contacto con la energía divina, El Diablo esgrime descuidadamente una espada, apuntando hacia la tierra, como representación de la destrucción, el crimen, la violencia indiscriminada y descontrolada. El Sumo Sacerdote mostraba una cruz en la palma de su mano semicerrada, El Diablo luce su palma totalmente abierta con el símbolo de Saturno dibujado en ella, Saturno que tradicionalmente se ve asociado con limitación, dolor, restricción. Con sus dedos extendidos El Papa nos bendecía, mientras que los otros tres dedos, doblados sobre su palma esconden un misterio que permanece celosamente guardado para nosotros. El Diablo con su mano totalmente abierta parece decirnos que no hay otra cosa más allá de lo que nuestros sentidos pueden abarcar, que no hay misterio, que no hay nada oculto. En muchos Tarots, El Diablo mantiene encadenada a una pareja humana, como símbolo de la poderosa atracción de la energía sexual. No es desconocido el hecho de que muchas escuelas espirituales y ocultistas consideran que la energía sexual y la espiritual son una y la misma. No hace falta entrar en detalles para explicar la enorme importancia de la sexualidad en nuestra vida cotidiana. No debería asombrarnos entonces, como esas mismas escuelas ocultistas tratan de alcanzar la Iluminación o el Nirvana (como algunas la llaman) a través de la elevación y sutilización de esta misma energía sexual.
El Diablo nos confunde, nos engaña, nos oprime, parece decirnos que no hay otra cosa más que lo material, que muchas veces relacionamos sólo con el dinero, pero que comprende también todos nuestros deseos, tanto los económicos, como los de índole sexual y también los vinculados con el uso del poder. Nos tiende su manto de engaño, haciéndonos olvidar la dimensión espiritual de nuestro ser, creando infelicidad, depresión, frustración, obsesión, insatisfacción, nos hace perder el rumbo, trastocando el sentido de nuestros valores y el propósito de nuestra existencia. Hace surgir nuestros deseos, ambiciones y vicios más oscuros, nuestra lujuria, avaricia, soberbia y tantos otros más, nos hace caer en un mundo desenfrenado y caótico. Sin embargo este caos es también fuente de una gran vitalidad, de una tremenda energía creativa, que está allí a nuestra disposición, para ser utilizada. Seremos nosotros, desde nuestra consciencia superior, quienes debemos elegir entre dejar que esta energía desmesurada gobierne nuestra vida y nos transfome en sus esclavos, o bien la dominaremos, y pondremos esta poderosa creatividad y fuente de vitalidad a nuestro servicio y de los demás para cumplir con los más elevados fines.


Autora: Mónika Claudia Zajdman.