LA MIRADA DEL OTRO... ¿NOS CONDICIONA...?

Desde el momento en que nacemos vamos tomando contacto con un mundo que nos era desconocido. Primero nuestra madre (o la persona que nos cuida), comienza a darnos un lugar en el mundo, a esta díada se integra un nuevo ser: nuestro padre. Ambos tratan de hacer que nos integremos a esta sociedad. Para que esta integración se produzca existen varios elementos a tener en cuenta: el trabajo de nuestros padres por enseñarnos y el nuestro que consiste en aprender. A esto debemos agregarle dos cosas: que a ser padre se aprende al mismo tiempo que nosotros aprendemos a ser hijos.
Si todo marcha bien, crecemos en un ambiente de cuidados y límites que nos va formando para enfrentar las vicisitudes de la vida. Ahora, cuando algo falla se suelen producir desequilibrios en el proceso de nuestro desarrollo evolutivo.
Para los especialistas en Análisis Transaccional todos tenemos un argumento de vida, éste va desde la elección del nombre hasta el lugar que ocupamos para nuestros padres. Si me llaman Victoria, hay un deseo oculto de parte de mis padres de que sea triunfadora. Y así podemos enumerar varias posibilidades.
Entre los lacanianos existe un deseo que me inviste desde antes de mi nacimiento. El lugar que yo ocuparé dentro de mi familia primero, y el mundo en general luego, estará en relación a la forma en que he sido deseada, esperada, desde mucho antes de nacer.
Es por eso que algunos se basan en ciertos supuestos filosóficos y sostienen junto con Hegel: "...El Otro es el que me ve". Ese Otro está allí observándome, mira mi cuerpo, observa mi forma de hablar, caminar... Y es así como voy constituyendo mi necesidad de satisfacer la mirada de ese Otro, es ahí cuando (en casos de haber algo que ha perturbado el desarrollo) uno sólo busca satisfacer el deseo de ese Otro. ¿Qué quiero decir con todo esto?. Abreviando, el lugar que se me otorga en la familia y por ende en el mundo será consecuencia de la forma en que yo haya sido deseado por mis padres, en la forma que yo haya sentido ese deseo de ellos hacia mí. Muchos padres proyectan en sus hijos las propias frustraciones esperando que éstos hagan lo que ellos no pudieron realizar. Muchos mensajes directos o indirectos pueden ser por ejemplo: "debes ser un triunfador, no un perdedor como yo...", "debes ser inteligente... más que yo", "tienes que ser la chica más linda, más...". Y así puedo seguir diciendo infinidad de cosas. Pero hay otros mensajes que promueven otras reacciones: "no puedes ser más inteligente que papá o mamá...", "no puedes ser más hermosa que..." , "no puedes ser más fuerte que...", "sólo mamá o papá te quieren, los demás son malos y buscan destruirte...". Y tantos otros mensajes que podría escribir un libro.
El Otro, que primero fueron los padres, luego, se extiende al resto de la familia, los amigos, maestros, etc....
Y dependerá del nivel de estima sobre nuestros propios valores, lo que va a darnos un lugar especial para desarrollar nuestras capacidades en esta vida. Por ello es tan importante lo que aprehendemos sobre nosotros en los primeros años de vida. Y lo que podemos desarrollar en adelante.
Una vez un docente en la Universidad, cuando estudiaba psicología dijo: "somos víctimas de víctimas" y provocó un pensamiento nuevo, no es cuestión de arrojar las culpas a nuestros progenitores, sino que llega un momento en la vida de cada uno en que debemos tomar el toro por las astas y decir, quiero cambiar esto, el pasado no puedo cambiarlo, sólo debo conocerlo para modificar mi presente y así tener la capacidad de proyectarme hacia el futuro.
Me gustaría que cada uno se contestara la pregunta que coloqué al inicio de esta reflexión: "La mirada del Otro... ¿Me condiciona?. ¿Hasta dónde o hasta cuándo voy a dejar que ello sea así?, ¿me ayuda?, ¿me perjudica?.... ¿Qué más pueden preguntarse ustedes mismos?.

"Todos merecemos una mejor calidad de vida..."


Autora: Lic. Monica Agras.