¿MITADES COSMICAS?
IX Parte

Regresando luego de haberse perdido: "BUSCANDO TIERRA FIRME"

Nota de los Editores:
Luego de mucho buscar, hemos logrado encontrar al autor de la novela. El mismo se encontraba en Miami, tomando sol en la playa.
Al ser apresado argumentó, que estaba estudiando a los tiburones, que en estos días, como era del dominio público, asolaban esas playas de la Florida.
Insistió en una clara conexión esotérica entre los tiburones por él introducidos en la Novela y esas apariciones en Miami.
Amenazado que fue, de ser arrojado a esos tiburones, se avino de propia voluntad a escribir el último capítulo de la novela, que a continuación entregamos.
A todos ustedes, por la paciencia, muchas gracias.

El Sol y la Luna al día siguiente llegaron finalmente a lo que parecía tierra firme, digo parecía pues uno muchas veces cuando busca lo firme termina hundiéndose en arenas movedizas.
Ambos buscaban algo de un modo ya desesperado, y en el fondo buscaban lo mismo: seguridad.
El problema es que buscaban seguridades distintas.

Es que nuestro Sol quería algo prohibido para los seres humanos.
Él quería interactuar con su Luna del mismo modo que hacía con el sistema solar. Dando órdenes, guiando, mostrando el único camino correcto.
Él quería estar seguro respecto los deseos de su Luna, a su comportamiento, a su "senda" de crecimiento, a su evolución, a su órbita. Él quería algo que era imposible…Quería entender a su Luna leyendo un libro de Efemérides.

Ella en cambio quería estar segura de que su Sol siempre la cuidaría, siempre la entendería, incluso en aquellos casos en que ella misma no lograra entenderse. Que aceptara sus cambios de cara, sin alterarse.
Pero, ¿Cómo podía el Sol aceptar una órbita aleatoria, impredecible?. ¡Eso atentaba contra la seguridad de todo el sistema solar!.
Decidieron razonar juntos lo que les sucedía, hablaron, hablaron y hablaron.
Ella se quejó de que él ya no irradiaba ese calor tan especial que la atrajo el primer día, él se quejó de que ella ya no era una Luna radiante. Siguieron las quejas...
Finalmente llegaron a la conclusión que el alejamiento era inevitable, ninguno de los dos podía darle al otro lo que necesitaba.
Entonces desilusionados y cansados se alejaron por caminos diversos.
Quizás no tan diversos pues los dos ingresaron al bosque.
Mientras tanto Don Dios, miraba entretenido el espectáculo.
Sí, Don Dios que en el comienzo de esta historia había creado las condiciones para que se encontraran, miraba entretenido.
- ¡Eso es imposible Sr. Escritor!. ¿Un Dios sádico, que disfruta viendo a los seres sufriendo? ¡No puede ser!, aquí hay un error de redacción.
- Tiene razón querido lector, pero déjeme continuar.
Recordemos que Don Dios no nos pone pruebas terrenas más allá de nuestras fuerzas, y lo que él quería estaba a punto de concretarse. Paso a contarles:
El Sol se dirigió hacia el centro del bosque, y se sentó a meditar.
Entonces volvió a formularse las preguntas que tanto lo atormentaban:
Comenzó por la primera:
- ¿Se podría crecer como pareja, sin crecer al mismo tiempo como persona?.
- Indudablemente no, se dijo, si la pareja es la suma de dos seres. Si queremos crecer como pareja tendremos que crecer como individuos, mejorar nuestra alma, y así engrandecer nuestra pareja.
Si bien la respuesta le pareció simplista, se conformó y pasó a la segunda pregunta:
- ¿Podría ser la pareja un complemento para crecer mejor?.
- Indudablemente, se dijo, una pareja feliz puede realizar milagros.
A pesar de ser esa respuesta también simplista, pasó alegremente a la tercer pregunta.
- ¿Qué pasaría si cada miembro de la pareja crecía en distintas direcciones?.
- Nos separamos se dijo, y cada cual sigue por su lado.
En ese momento un nudo en su garganta lo atragantó, y no pudo digerir la respuesta.
A pesar de que se sintió un poco abrumado pasó a la siguiente pregunta:
- ¿Y si uno de ellos decidía dejar de crecer, que pasaría con el otro?.
Las opciones parecían claras: o dejar de crecer o separarse. De nuevo se inclinó por la opción de separarse, y el nudo en la garganta ahora se hizo oprimente, casi no lo dejaba respirar.
Pasó como pudo a la última pregunta:
- ¿Y si su Luna no quisiera crecer del "modo correcto" debía él imponerle su verdad?.
Y aquí nuestro Sol, perdió sus fuerzas, pues ya no se sintió dueño de "sus verdades".
Se dio cuenta de que en realidad no había podido contestar correctamente a ningunas de las grandes preguntas que se había planteado.
Se dio cuenta además que todas esas preguntas comenzaban a perder importancia, comenzaban a disolverse al contacto de una certeza.
Sí, una certeza:
Sí, él amaba a esa Luna. Él estaba locamente enamorado de esa Luna en especial.
Tuvo que aceptar que con solo pensar en ella, sus rayos irradiaban más calor, sus ojos se llenaban de energía, y el fuego corría por sus venas.
Tuvo que aceptar que la vida no estaba hecha de certezas, de cálculos, sino de posibilidades. Que la vida misma se construye día a día.
Y al aceptar todo esto, se sintió libre para querer a su Luna tal cual era, sin proyectarse en un mañana que sólo Dios sabía que podía traer.
Y entonces un solo pensamiento lo iluminó:
- ¿Dónde estará mi Luna?.
En ese instante sus rayos volvieron a brillar fulgurosos y a brindar calor a su alrededor.
A su vez la Luna que estaba perdida en este bosque oscuro, de pronto vio la luz a lo lejos, y se acercó cautelosamente, luego sintió el calor, y se acercó más mientras se decía:
- "Realmente este ser, este Sol es admirable."
Y tímidamente pensó:
- "Que hermoso sería que un Sol así, guiase mi camino", y pidió hablar con él.

FIN

Autor: Dr. Dino Ricardo Deon.