ZAPALLOS O FRUTILLAS
Cuando llegó Juan, Pedro estaba protestando:
- Pero no puedes ser. ¿Por qué me pasan estas cosas a mí?.
Luego mirando hacía el cielo preguntó:
- ¿Por qué la vida es tan injusta conmigo?.
Juan, no entendiendo cuál era el problema, le pidió que le contara.
- Es que, -empezó Pedro- hace más de cuatro meses y de a poco me fui convirtiendo en una
persona con pensamiento positivo. He ido cambiando mi actitud hacia la gente. Soy más solícito,
más educado, más sensible a los problemas de los demás. En fin lo que se podría llamar una "buena
persona". Y mirá lo que obtengo a cambio. Y le mostró la carta documento que había recibido de su ex socio,
y a continuación le contó la historia de cómo se separaron.
Juan lo escuchó tranquilo y luego le preguntó:
- Y decime, ¿por qué mes se produjo ese conflicto con tu ex-socio, y que dio origen a la carta
documento?.
Luego de pensar un poco Pedro contestó:
- Y hace, aproximadamente unos seis meses. Fue cuando estaba tan mal anímicamente, tan enojado
con todos, y con razón. ¿Te acuerdas Juan, cómo estaba yo en esa época?.
Juan asintió con la cabeza, y Pedro siguió:
- Fue entonces cuando le dije a mi ex socio unas cuantas verdades que tenía atoradas en la
garganta -luego se quedó pensando un poco y agregó- o por lo menos cosas que yo creía en ese
momento que eran verdades, y le demostré que cuando me hacía enojar, yo podía ser más malo
que él.
- Si, fue hace unos seis meses, -se dijo para sí, y se rascó la cabeza pensativo, luego continuó.
- Si me acuerdo porque al mes siguiente empecé a leer ese libro que me trajiste sobre pensamiento
positivo, y luego empecé con una señora muy amable un curso "del perdón", y otro de
"prosperidad".
Luego Pedro volvió al presente, y como despertando preguntó:
- ¿Qué importancia tiene cuando sucedió?, lo importante es que ahora, justo ahora que estoy
cambiando de actitud me sucede esto...
Juan lo interrumpió y le dijo:
- Realmente me pregunto, Pedro, si vos podés, en tu enojo, distinguir entre plantar zapallos o
frutillas.
- Dejate de metáforas Juan, -contestó Pedro- la realidad es que estoy empezando a creer que todo
esto del pensamiento positivo, de ser bueno, de perdonar a los demás , no sirve para nada.
Y Pedro empezó a caminar nervioso por la habitación, luego agregó:
- Estoy empezando a creer de nuevo que esta vida es una selva y que hay que poner cara de perro
y mostrar los dientes, para que el otro no te muerda. Realmente estoy pensando en ir a buscar a mi
ex socio y agarrarlo del cogote, e hizo un bollo con la carta documento, y la tiró al tacho de basura.
- Me parece que estás un poco alterado -acotó Juan, mientras se agachaba y sacaba del cesto la
carta documento y la planchaba como si fuese un blanco pañuelo.
- ¿Por qué la sacás de ahí?, dejala en el tacho, mañana voy y lo agarro a trompadas -casi gritó
Pedro.
- Comportarte como un animal no te va a servir de mucho. Este es un zapallo que tu sembraste hace
unos cuantos meses, -le dijo Juan, mientras le mostraba la carta-, y llegó el momento de la
cosecha.
Luego se quedó como pensando y agregó:
- Pero si vos crees que el mejor lugar es el tacho de basura, así será. -y volvió a hacer un bollo con
la carta y la tiró de nuevo a la basura.
- Basta de pavadas Juan, ya entendí que con vos no se puede ganar. Ya se que querés contarme
una de tus metáforas, e intentar que, de ese modo, yo cambie de actitud. Y como haga lo que yo
haga, finalmente me la vas a contar, contámela de una vez, así terminamos rápido y luego voy a
agarrar a trompadas a mi ex socio.
Y Pedro se sentó con aire desafiante mirándolo a Juan, a los ojos y apoyando su cabeza entre
sus puños cerrados.
Juan se acomodó feliz, y empezó:
- Hace mucho tiempo y en un país muy lejano.
Pedro interrumpió:
- Ya que te tengo que aguantar, ¿no podés saltare esa parte inicial e ir directamente al grano?.
Juan hizo como que no escuchaba y siguió:
- Si en un país muy lejano había dos amigos, uno se llamaba Juancito y el otro Pedrito.
- Perdoname si te interrumpo de nuevo, -dijo Pedro- pero además de predecible en el modo de
contar, ahora ni siquiera sos original con los nombres.
Juan siguió:
- En ese país lejano un labrador llamado Pedrito estaba protestando, mientras miraba su cosecha
cuando llegó su amigo Juancito. Este labrador decía:
- Pero no puedes ser. ¿Por qué me pasan estas cosas a mí?.
Luego mirando hacía el cielo preguntó:
- ¿Por qué la vida es tan injusta conmigo?.
El amigo Juancito, no entendiendo cuál era el problema, le pidió que le contara.
- Es que, -empezó Pedrito- hace más de cuatro meses y de a poco dejé de sembrar zapallos, y
me he puesto a plantar frutillas. En fin me fui convirtiendo en lo que se podría llamar un "buen
sembrador de frutillas". Y mirá lo que obtengo a cambio.
Y le mostró los hermosos zapallos que crecían lozanos el el campo.
- No te das cuenta que lo único que crece en mi campo son zapallos. Mirá el campo de al lado está
lleno de frutillas, -mientras lo señalaba con su mano extendida. Luego suspiró, se secó con su
pañuelo la frente, bajo el sol del medio día, y agregó:
- No es que yo sea envidioso, pero a vos te parece justo que él coseche frutillas mientras yo con el
mismo esfuerzo, que digo con el mismo, con más esfuerzo que él, lo único que cosecho son
zapallos.
El amigo Juancito lo escuchó tranquilo y luego le preguntó:
- Y decime, ¿por qué mes fue que plantaste las últimas semillas de zapallo?.
Y luego de pensar un poco Pedrito contestó:
- Y hace, aproximadamente unos seis meses. Fue cuando me sentía tan mal anímicamente que
plantaba la primer semilla que encontraba a mano, o quizás la peor semilla que encontraba.
Y a modo de disculpa, dijo:
- Es que estaba tan mal, tan enojado con todos, y con razón. ¿Te acuerdas Juancito cómo estaba
yo en esa época?.
Juancito asintió con la cabeza, y Pedrito siguió:
- Fue entonces que planté casi todo el campo, con toda mi bronca, con semillas de zapallo.
- Si fue hace unos seis meses, -se dijo para sí, y se rascó la cabeza pensativo, luego continuó:
- Si me acuerdo porque al mes siguiente empecé a leer ese libro que me trajiste sobre cómo
cultivar frutillas, y luego empecé con un curso en el pueblo de cómo lograr buenas plantaciones, y
otro de prosperidad en la granja.
- ¡Basta! -gritó Pedro, levantándose enojado- esta metáfora es estúpida, sin sentido, predecible.
No existe un labrador, un sembrador como el que vos contás. Hasta el más tonto se da cuenta de
que si sembró zapallos, va a cosechar zapallos, aunque ahora se ponga a sembrar frutillas.
Pedro hizo una pausa, se sentó con aire triunfante, pues podía por una vez demostrarle a Juan
que sabía más que él, y luego con voz seria afirmó:
- Hay un dicho muy antiguo que dice "cosecharás lo que siembras", y es tan tonta tu metáfora que
me parece ver a ese estúpido labrador diciéndole al zapallo: ¡Que hermosa frutilla hubieses sido si yo
te hubiese sembrado distinto!.
Y Pedro si rió con ganas, como no lo hacía desde hace mucho tiempo, mientras repetía:
- ¡Que labrador más estúpido!, ¡Que labrador más estúpido!.
Luego, de golpe, se quedó como paralizado, se le puso toda la cara roja, se levantó, se fue
directo al tacho de basura, sacó la carta documento y mientras la planchaba como si fuese un blanco
pañuelo, se puso a pensar en cómo solucionar el problema usando "pensamiento positivo" y todos
los demás conocimientos que había aprendido durante esos meses. Luego suspiró, miró
detenidamente la carta, y mientras se reía de sí mismo se dijo:
- ¡Que hermosa frutilla hubieses sido yo si te hubiese sembrado distinto!.
Autor: Dr. Dino Ricardo Deon.
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