EL HOMBRE DEL MILLON DE DOLARES
Hace algunos años conocí, en carácter de Contador, a un nuevo cliente. "Un cliente como
tantos", pensé. Le gustaba guardar dólares. Ya había logrado reunir la suma de un millón de dólares
en efectivo. Un día, al visitarlo, lo vi tan preocupado que no pude evitar preguntarle:
- ¿Qué le sucede?. ¿Puedo ayudarlo en algo?.
- Pero ¿qué clase de contador es Usted?. ¿No sabe lo que pasa? -me dijo mientras la cara se le
inflamaba de bronca- El dólar subió de nuevo. Yo no llegué a comprar a tiempo más dólares y me
quedé con moneda Argentina.
Lo dejé hablando a solas sobre lo que él opinaba que tenía que hacer el ministro de turno y
pensé: realmente pobre hombre, no tuvo suerte.
Otro día, al visitarlo, lo vi aún más preocupado, tan preocupado que no puede evitar
preguntarle:
- ¿Qué le sucede?. ¿Puedo ayudarlo en algo?.
Ya hacía tiempo que nos conocíamos y algún afecto seguramente ya había entre nosotros,
pues me contestó:
- Usted sí que no tiene problemas, contador. Usted sí que vive en las nubes. Pero, por casualidad,
¿no sabe lo que está pasando? -y sin esperar respuesta me dijo mientras las venas del cuello
parecían que le iban a estallar- El dólar bajó de nuevo respecto al peso, y ahora en pesos tengo
mucho menos capital que antes. Si hubiese pasado todos mis dólares a pesos ¡qué feliz sería!.
Lo dejé nuevamente hablando a solas sobre lo que él opinaba del país y los que lo
gobernaban y pensé: realmente pobre hombre no tuvo suerte.
El otro día, sorpresivamente, me llamó y me invitó a almorzar con él. El llamado me agradó
pues hacía como dos años que no lo veía. Los impuestos ahora se los liquidaba su sobrina. Ella se
había recibido y no le cobraba por hacerlo. Recordaba el día que le devolví sus carpetas y me dijo,
mientras me sonreía y me guiñaba un ojo:
- Hay que darle paso a la juventud para que progrese, y además hay que ahorrar todo lo posible.
En definitiva yo estaba realmente curioso por verlo. Hacía dos años que el dólar estaba
quieto, y seguramente las broncas que tenía habrían desaparecido junto a la causa que las originaba:
los continuos vaivenes del dólar. Esperaba verlo realmente feliz y en paz.
Grande fue mi sorpresa cuando lo vi. Estaba envejecido y algo encorvado. Su rostro
desencajado. Nunca lo había visto tan preocupado. Pensé que había tenido algún problema familiar
grave o un tema de salud muy importante. Lo vi en un estado tan lamentable, que no pude evitar
preguntarle:
- ¿Qué le sucede?. ¿Puedo ayudarlo en algo?. ¿Tuvo algún problema familiar o de salud? -agregué.
Me contestó, casi sin fuerzas:
- ¡Ojalá fuese eso!. ¡Lo mío es mucho peor!. ¡Oh, claro, me había olvidado!. Usted es de esos que
nunca sabe lo que está pasando en el país. Siempre pensando en otras cosas en vez de preocuparse
de lo importante!.
Observé, que ésta vez había mejorado su técnica, pues lograba ponerse totalmente rojo de
ira y al mismo tiempo lograba que las venas de su cuello se hincharan hasta el límite de ruptura.
Continuó diciendo:
- ¿O usted no sabe que el dólar no varía hace ya más de dos años?. ¡Y mi capital no aumenta!. Es
más, está permanentemente desvalorizándose, pues en vez de tenerlo guardado, tendría que haberlo
invertido en algún negocio productivo.
Lo dejé nuevamente hablando a solas sobre lo que él opinaba del actual gobierno. Y por
primera vez realmente le tuve lástima. Y pensé mientras me alejaba: no todos los días uno puede
apenarse de una pobre persona que tiene un millón de dólares.
Y recordé una frase escrita hace cuatro mil años: "Si eres realmente sabio, ni siquiera
la riqueza podrá hacerte infeliz".
Autor: Dr. Dino Ricardo Deon.
Hace algunos años conocí, en carácter de Contador, a un nuevo cliente. "Un cliente como
tantos", pensé. Le gustaba guardar dólares. Ya había logrado reunir la suma de un millón de dólares
en efectivo. Un día, al visitarlo, lo vi tan preocupado que no pude evitar preguntarle:
- ¿Qué le sucede?. ¿Puedo ayudarlo en algo?.
- Pero ¿qué clase de contador es Usted?. ¿No sabe lo que pasa? -me dijo mientras la cara se le
inflamaba de bronca- El dólar subió de nuevo. Yo no llegué a comprar a tiempo más dólares y me
quedé con moneda Argentina.
Lo dejé hablando a solas sobre lo que él opinaba que tenía que hacer el ministro de turno y
pensé: realmente pobre hombre, no tuvo suerte.
Otro día, al visitarlo, lo vi aún más preocupado, tan preocupado que no puede evitar
preguntarle:
- ¿Qué le sucede?. ¿Puedo ayudarlo en algo?.
Ya hacía tiempo que nos conocíamos y algún afecto seguramente ya había entre nosotros,
pues me contestó:
- Usted sí que no tiene problemas, contador. Usted sí que vive en las nubes. Pero, por casualidad,
¿no sabe lo que está pasando? -y sin esperar respuesta me dijo mientras las venas del cuello
parecían que le iban a estallar- El dólar bajó de nuevo respecto al peso, y ahora en pesos tengo
mucho menos capital que antes. Si hubiese pasado todos mis dólares a pesos ¡qué feliz sería!.
Lo dejé nuevamente hablando a solas sobre lo que él opinaba del país y los que lo
gobernaban y pensé: realmente pobre hombre no tuvo suerte.
El otro día, sorpresivamente, me llamó y me invitó a almorzar con él. El llamado me agradó
pues hacía como dos años que no lo veía. Los impuestos ahora se los liquidaba su sobrina. Ella se
había recibido y no le cobraba por hacerlo. Recordaba el día que le devolví sus carpetas y me dijo,
mientras me sonreía y me guiñaba un ojo:
- Hay que darle paso a la juventud para que progrese, y además hay que ahorrar todo lo posible.
En definitiva yo estaba realmente curioso por verlo. Hacía dos años que el dólar estaba
quieto, y seguramente las broncas que tenía habrían desaparecido junto a la causa que las originaba:
los continuos vaivenes del dólar. Esperaba verlo realmente feliz y en paz.
Grande fue mi sorpresa cuando lo vi. Estaba envejecido y algo encorvado. Su rostro
desencajado. Nunca lo había visto tan preocupado. Pensé que había tenido algún problema familiar
grave o un tema de salud muy importante. Lo vi en un estado tan lamentable, que no pude evitar
preguntarle:
- ¿Qué le sucede?. ¿Puedo ayudarlo en algo?. ¿Tuvo algún problema familiar o de salud? -agregué.
Me contestó, casi sin fuerzas:
- ¡Ojalá fuese eso!. ¡Lo mío es mucho peor!. ¡Oh, claro, me había olvidado!. Usted es de esos que
nunca sabe lo que está pasando en el país. Siempre pensando en otras cosas en vez de preocuparse
de lo importante!.
Observé, que ésta vez había mejorado su técnica, pues lograba ponerse totalmente rojo de
ira y al mismo tiempo lograba que las venas de su cuello se hincharan hasta el límite de ruptura.
Continuó diciendo:
- ¿O usted no sabe que el dólar no varía hace ya más de dos años?. ¡Y mi capital no aumenta!. Es
más, está permanentemente desvalorizándose, pues en vez de tenerlo guardado, tendría que haberlo
invertido en algún negocio productivo.
Lo dejé nuevamente hablando a solas sobre lo que él opinaba del actual gobierno. Y por
primera vez realmente le tuve lástima. Y pensé mientras me alejaba: no todos los días uno puede
apenarse de una pobre persona que tiene un millón de dólares.
Y recordé una frase escrita hace cuatro mil años: "Si eres realmente sabio, ni siquiera
la riqueza podrá hacerte infeliz".
Autor: Dr. Dino Ricardo Deon.
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