EL CAMINO DE LA BELLOTA HACIA EL ROBLE

José entró al bar pegando un portazo. Acababa de salir de la oficina a las corridas para encontrarse con Carlos. Apenas se sentó le dijo:
- No aguanto más este trabajo, lo odio, no aguanto al jefe, no lo soporto. Es como si todo el mundo conspirara en mi contra. Además, con lo que gano no me alcanza para vivir, y ni siquiera tengo tiempo para mí.
Tomó una respiración profunda y siguió:
- Tiraría todo a la basura, quiero escapar de todo esto, tengo que dejar este empleo que me está matando, yo tendría que estar haciendo otra cosa, no se qué pero otra actividad. Esto se ha convertido en un infierno - y golpeó con el puño en la mesa, mientras se movía tratando de liberarse de algo invisible que lo sumergía. Finalmente se dejó caer vencido en la silla y dijo:
- Pero no puedo hacerlo, necesito ese dinero, necesito seguir trabajando.
- ¿Desde dónde hablas? - preguntó Carlos.
José tomó una respiración profunda, se serenó un poco y dijo:
- Discúlpame, la verdad es que te estoy hablando desde mi bronca y mi impotencia por no poder cambiar mi realidad.
- ¿No será, en cambio, que hablas desde algún lugar más profundo?. Pues yo percibo en tus palabras, atrás de esa bronca e impotencia, las causas de tu mal y al encontrar las verdaderas causas podrás descubrir las soluciones a tus problemas. Es como si hablases para ti, pero no pudieses escucharte.
- ¿Te parece? Yo creía que solamente estaba protestando un poco, desahogándome. En ese caso ayúdame a aclararme -y José se distendió un poco en su silla.
Carlos se inclinó hacia atrás y dijo:
- Pero, antes que entremos a analizar cómo quedaste atrapado en este trabajo y sin posibilidades de salir, sería importante que te des cuenta qué tienes que ver tu en esto -hizo una pausa y agregó- Porque es como si te estuvieses rebelando contra el mundo, en vez de mirar cuál es tu propia parte en el desorden del que te quejas. Aceptar la responsabilidad de lo que te está pasando.
José se irritó.
- ¿Qué, ahora la culpa la tengo yo?. ¿No te das cuenta de que en este país no se puede hacer nada?. ¿No lees los periódicos? -luego revolviendo con la cuchara el café como buscando algo dijo en un tono lastimoso- La economía del país me deprime; yo, como muchas personas estamos mal porque el éxito no depende de nosotros, depende de cosas externas, de índole económica: los fantasmas del desempleo, de la recesión, entre otros muchos -y movió su mano delante de su cara como si quisiera alejar a estas negras figuras de su entorno. Luego agregó- Y entonces perdemos la esperanza, las ganas de hacer cosas.
- Aunque todavía no lo veas, sí tienes responsabilidad en lo que te pasa -insistió Carlos, y prosiguió- Pero vamos de a poco; cuéntame cómo es tu jornada.
Balbuceando José comenzó el relato.
- Y, yo me levantó a las 7 de la mañana, y estoy en la empresa de 8.00 a 17.00 horas, con una hora para almorzar, luego voy a casa, veo un poco de TV, ceno y cerca de las diez de la noche estoy tan agotado que me voy a dormir, para levantarme al día siguiente, cansado y de mal humor.
- ¿Y el fin de semana, cómo es? -preguntó Carlos.
- Los Sábados y Domingos me levanto tarde, hago algunas compras, duermo la siesta, a veces juego un poco al fútbol, veo TV y estoy un rato en familia y ya, cuando me doy cuenta, el Domingo se terminó y es otro Lunes agobiante.
- ¿Y no podrías crear algunas horas para otro proyecto de vida, para hacer algo que realmente sea tu autorealización? - insinuó Carlos.
- ¿Autorealización?. ¿Qué es eso?.
- Sí, autorealización, hacer lo que realmente sea un proyecto de vida para ti. Salirte de la dualidad del ocio y del negocio.
- ¿De qué hablas?.
- En la antigua roma se conocía la palabra "Ocio", con el significado que hoy le damos, también existía el Negocio, que se formaba con las palabras "nec ocio" y que significaba la negación del ocio, lo que hoy llamamos trabajar para ganar dinero. A partir de esa época avanzamos y quedamos atrapados en esa dualidad de Ocio o Negocio, una cosa u otra, en ese camino de vivir se olvidó la tercera opción: autorealización, quizás el sueño de juventud, hacer algo que sea ocio y negocio al mismo tiempo, algo que sea la síntesis de ambos. De modo tal que en la profesión que elijas ejercer, sientas que el deber es placer y el trabajo es un juego. Imagínate que tu apertura hacia la abundancia del universo la realices a través de está síntesis. ¿No sería maravilloso?.
- Mira Carlos, ni tengo un proyecto de autorealización como dices, ni me voy a poner a pensar en eso, pues no tengo tiempo, y no me vengas con esas historias tuyas de que todos tenemos la misma cantidad de tiempo por semana ¿cuánto era que decías?. ¡Ah, sí!, 168 horas por semana, y eso que dices de que "esa cantidad de tiempo la tiene en igual cantidad el rico y el pobre", son cosas teóricas, no prácticas, de la vida real, de la de todos los días, de las que te dan de comer.
Carlos dijo mientras hacía con su birome unas cuentas en una servilleta:
- Tu afirmas que trabajas 8 horas por día, cinco días a la semana, o sea 40 horas semanales, y esa actividad la realizas en algo que no te gusta, en una función que te agota, te pone de mal humor. Cuarenta horas que son un castigo para ti... -Carlos hizo una pausa y luego preguntó- ¿Sabes por qué durante la segunda guerra mundial, en Londres ciertos empleados del estado mayor de las fuerzas armadas, trabajaron en jornadas de 14 a 17 horas diarias, 7 días a la semana , metidos en un sótano, sin luz natural, sin servicios sanitarios adecuados, durante más de tres años, o sea a razón de 98 y hasta 119 horas por semana?.
- No, no lo sé, ni me lo imagino - dijo José refunfuñando.
- Pues esos empleados tenían en claro su objetivo: estaban luchando por ganar una guerra, por defender sus ideales de vida y a su familia -Carlos se movió hacia atrás, como queriendo relajar su cuerpo, e inquirió- ¿No sería distinta tu vida si empezaces a luchar tu propia guerra y pusieses la energía que te está sobrando, en vez de ver televisión, en usarla en lo que realmente te gusta, como lo hacía el famoso pintor Picasso que, cuando quería descansar, se ponía justamente a pintar?. El tener un objetivo valioso hace a la diferencia y te da el motor para ocuparte de tu vida, hacerte cargo de tu ser, de tener poder sobre ti. No digo que dediques 119 hora, ni siquiera 98, pero te das cuenta qué lejos estás con esas 40 horas, como para decir que no tienes tiempo.
- Pero, -protestó José- ¿qué pretendes, que me convierta en un adicto al trabajo?.
- Es cierto, se habla de que el trabajo es una adicción que hay que evitar. Que si supera cierto tope, cierto límite en la cantidad de horas trabajadas, eres un adicto al trabajo. Pero yo no puedo pensar que dedicar la vida a cumplir el objetivo para el cual viniste a este planeta, o sea tu autorealización, sea una adicción, ni que se deba llamar trabajo. Es más, creo que Jesús tenía una actividad de día completo, siete días a la semana, y no sé de nadie que lo haya tildado de "adicto al trabajo" y que le hayan sugerido que trabajase menos y que se ocupase de otros intereses. Lo que no tienes, José, es el motivo suficiente para pasar esa barrera imaginaria que te has puesto respecto a tus tiempos. Si lo descubrieses, al mismo tiempo descubrirías el poder que hay en ti. Y el poder puede ser definido como la capacidad para transformar la realidad. Tu puedes transformar tu realidad, tu puedes salir de la trampa en la que te metiste, salir de este trabajo que te atrapa, esa es tu responsabilidad en todo esto.
- Pero yo tengo un nivel de gastos, un nivel de vida que no puedo bajar, yo vivo al día -dijo José a modo de disculpa.
- O sea que la excusa es que no puedes dejar el empleo, porque necesitas ese ingreso ¿no es cierto?.
- No es una excusa -se defendió José, y agregó- pero, si espero unos años seguramente mi jefe se jubilaría, me darían su puesto, y yo tendría otro nivel de ingresos y entonces podría...
Carlos lo interrumpió:
- No te engañes, si no haces un cambio interior, no importa cuanto ganes, no importa cuanto esperes, no llegarás nunca a estar en paz contigo. No te das cuenta -prosiguió Carlos- que con el nivel de gastos que tienes actualmente, has invertido los roles de tu vida: En vez de hacer lo que te gusta, de autorealizarte y luego gastar en consecuencia, haz quedado atrapado en una estructura de gastos que te obliga a trabajar en lo que no te gusta.
Luego, haciendo como si recapacitase respecto a los argumentos que había escuchado de José, dijo calmadamente:
- En parte tienes razón, al día de hoy no puedes prescindir de ese trabajo ni del ingreso que te proporciona, por lo tanto no es necesario que cambies ya de empleo.
- No entiendo -dijo José- ¿qué me estás proponiendo?.
- Pues que podrías tener dos actividades como fue el caso de Baruch Spinoza, uno de los grandes filósofos, que vivió allá por el siglo XVII, y que durante una época de su vida vivió ganándose el sustento diario con el ejercicio de su profesión de óptico y pulidor de lentes, y así pudo dedicarse libremente a sus meditaciones especulativas. Dedicando sólo cierta cantidad de horas a "trabajar". Eso sí, si eliges hacer como él, debes cambiar tu actitud respecto al empleo actual. Debes empezar a agradecer al universo la actual fuente de tus ingresos, agradecer lo que tienes para luego tener más. Darte cuenta que a través de la bronca con tu trabajo, o con tu jefe, o con todos, no vas a arreglar nada, solo consumir en pocos minutos la energía que deberías usar luego para tus verdaderos intereses -Carlos tomó un poco de café y continúo- Cuentan que Sócrates, durante una guerra, tuvo que participar en distintos combates. El era un filósofo, pero en vez que quejarse, de protestar, o de esconderse durante la batalla, eligió luchar valientemente. Luego cuando regresó a su ciudad volvió a sus actividades, y sin quejarse de la experiencia que tuvo que vivir, siguió filosofando. O sea, dio lo mejor de sí, en cada situación de su vida. Pregúntate, entonces, mientras aún eliges estar en este empleo, si cumples con tus deberes, si das lo mejor de ti. Vamos ahora a otro tema: ¿que trabajo o profesión quieres hacer?.
José carraspeó un poco y dijo, dudando:
- Bueno, en realidad quiero cambiar de empleo, pero no sé realmente que trabajo querría hacer. Es que no estoy muy decidido respecto a lo que me gustaría hacer.
Carlos frunció el entrecejo y dijo con voz cortante:
- "Si no sabes donde quieres ir no importa qué camino tomes".
- Bueno -dijo José reaccionando- creo que quisiera ser Asesor de seguros, es una vida fácil y se gana bien.
- Entonces apliquemos, a este empleo el test del jubilado -replicó Carlos sonriendo.
- ¿Cómo es eso? -preguntó José intrigado.
- Es simple; tienes que imaginarte que estás trabajando de lo que elegiste, en este caso "asesor de seguros", ¿puedes imaginarlo?.
- Si, me estoy viendo.
- Bueno ahora visualiza que te llegó la edad para jubilarte y que vas a percibir una jubilación muy importante que te permite vivir holgadamente, ¿te puedes ver?.
- Si.
Carlos esperó que José recreara bien esa imagen, y luego preguntó de golpe:
- ¿Qué haces: sigues trabajando o te conviertes en un jubilado?.
- Me convierto en un jubilado, por supuesto, -contestó de inmediato José, alegre con la visualización- y me dedico a disfrutar de la vida.
- Entonces, -dijo Carlos secamente-, "el test" dice que no elegiste bien la profesión, pues cuando la eliges correctamente la ejerces con tanto amor, que aunque cobrases una gran jubilación, la seguirías haciendo de por vida, e incluso gratis. Yo no me imagino a Leonardo Da Vinci dejando "su profesión" para jubilarse y "disfrutar de la vida".
Esto hizo que el sueño de José se disolviese en el aire y lo trajese de nuevo a la realidad.
- Otro problema tengo ahora -dijo quejándose de tanta tarea- Tengo que descubrir cuál es la profesión que soporta el "test del jubilado".
Luego lo pensó un poco y dijo:
- Pero, de todos modos, si hago este cambio de trabajo, cuando logre materializar mi objetivo tendré como cincuenta años.
Carlos tomó una respiración profunda, buscando tener paciencia y le dijo:
- Leí que, una vez a una persona de 35 años le propusieron hacer una carrera universitaria, y el pensó que tardaría no menos de 10 años en terminarla, y que entonces se recibiría recién a los 45 años, lo que la desanimó. La otra persona luego de escucharla le contestó: igual vas a tener algún día 45 años y la diferencia va a ser que tengas un título universitario o no. La persona hizo la carrera. Tu caso es similar, un día tendrás cincuenta años, y la diferencia estará entre seguir haciendo esta vida o hacer la que realmente quieres.
Una vez, a un boxeador, en una pelea muy importante, de una trompada, lo tiraron al piso del ring; en ese momento, él tuvo que elegir entre dos opciones, seguir tirado en el piso lamentándose del golpe, o levantarse y seguir peleando. Si sigues trabajando en lo que no te gusta, del modo en que lo haces, es como si creyeses que la vida te golpeó y te arrojó al piso, y entonces ante ti se presentan las dos opciones; o te quedas tirado mirando televisión y quejándote de tu empleo, o te levantas y luchas para autorealizarte.
Un gran filósofo, dijo una vez que en una simple "bellota" estaba contenido "un roble".
Carlos hizo una nueva pausa, miró a José a los ojos y le dijo:
- Deja de ser una bellota que se marchita al ras del piso, descubre el roble que hay en ti, crece, hunde profundamente las raíces en la tierra, y luego dirígete naturalmente hacia arriba, en una actividad de tiempo completo, y entonces, sin esfuerzos, sentirás que tus ramas están cada vez más cerca del cielo.

Cuentan que lo más importante de esa charla de café terminó ahí. Cuentan que José estuvo sometiendo distintas profesiones y actividades al "test del jubilado". Cuentan que durante un tiempo siguió trabajando en la empresa, se lo veía distinto, alegre al trabajar. Cuentan que tenía mucha energía y que parecía que, por todo lo que hacía, disponía de un día de 30 horas. Cuentan muchas cosas de José. Pero lo qué más cuenta, es que cuentan que fue feliz.

Autor: Dr. Dino Ricardo Deon.