CÓMO Y PARA QUÉ

- No sé si tiene sentido seguir viviendo.
Esta frase dicha por Fred a Juan, despacio, sin fuerza vital, vibró negativamente en el ambiente y una sensación helada los rodeó. Luego dificultosamente, con su semblante pálido, se sacó el sobretodo para sentarse encorvado en la silla, mientras movía de un lado para el otro nerviosamente un pequeño maletín que contenía la máquina de bombear medicación. Una medicación muy especial pues Fred tenía cáncer.
Juan también se sentó. No sabía como comenzar la charla, no sabía por dónde tomar el tema para poder reencauzarlo positivamente. Y sin quererlo su mente volvió casi un año atrás.
Era el mes de octubre y Fred se había enterado que tenía cáncer, luego vinieron consultas y tratamientos de los cuales iba saliendo con éxito. Hasta la ultima charla Fred había estado positivo, y confiado en su recuperación.
Juan volvió al presente, y para salir de ese frío que los inmovilizaba, preguntó:
- ¿Te pasó algo en especial estos días?.
- Murió mi primo, que tenía cáncer como yo -fue la triste respuesta. Un nuevo silencio. Luego Fred agregó:
- Si él no pudo con el cáncer, yo tampoco puedo tragó un poco de saliva y dijo, tocando nuevamente el maletín que contenía la máquina de bombear medicación- No tiene sentido seguir viviendo, estoy cansado, no quiero luchar más.
Los intentos de Juan para hacerle ver que su caso era distinto al de su primo, que todas las personas son distintas y que responden de distinto modo aún a un tratamiento igual, y de recordarle que su médico decía que él estaba progresando bien, eran inútiles.
- A mi primo también le dijeron que estaba progresando bien y mirá como terminó -fue el cierre de Fred a este intento de acercamiento al tema.
Parecía que nada podía penetrar la barrera de pensamientos negativos que había construido Fred en esos días.
Juan buscó entonces cambiar el giro de la conversación y preguntó al pasar.
-¿Y cómo está tu familia?.
Fred suspiró y contestó:
- Realmente no sé qué haría sin el apoyo incondicional que me brindan mi mujer, y mis hijos.
Nuevo silencio. Fred se quedó pensando un poco y luego agregó:
- Realmente esta enfermedad me ha permitido revalorizar mi relación de pareja, conocer aún más la maravillosa fibra interna que tiene mi mujer y por la cual tanto la admiré y la admiro. Además me permitió reencontrarme con mis hijos, hablar con ellos, entendernos.
Fred comenzó a enderezarse en su silla y las palabras ahora salían a borbotones. Parecía un pequeño arroyo de montaña, al que se lo liberaban de obstrucciones y comenzaba a correr alegremente acariciando las rocas en su viaje hacía el mar, tintineando feliz, libre, lleno de vida.
A medida que Fred hablaba su voz se hacía más cálida, el ambiente más acogedor y le volvían "los colores a la cara", su energía se expandía, y se lo veía cada vez más feliz.
Juan esperó que el arroyo que brotaba en Fred se calmara, lo dejó llegar a un lago de paz y cuando Fred concluyó, le dijo:
- Te voy a contar algo Fred, una vez de joven entendí lo que significaba el CÓMO Y EL PARA QUÉ.
Fue hace mucho. Yo tenía 16 años y estaba haciendo una caminata por las sierras de Córdoba junto a un Guía. Eran las dos de la tarde de un día de pleno verano con una temperatura, que luego nos enteramos había superado los 36 grados. Por distraído había salido a caminar con sandalias y las espinillas del camino se metían entre estas y la planta de mis pies, haciéndome detener la marcha a cada rato por el dolor. En cierto momento me senté a la sombra sobre una roca para sacarme otro espinillo del pie, y fue entonces que el guía, señalando un pequeño sendero que subía hacía un cerro bastante inhóspito, lleno de matorrales, me dijo:
- Vamos Juan, apurate que tenemos que subir hasta allá arriba.
Miré incrédulo al cerro como a un inexpugnable castillo rodeado de cocodrilos y defendido por mil soldados. Mi respuesta no se hizo esperar:
- No, ni loco subo a ese cerro. Estoy cansado, hace una temperatura infernal, tengo los pies lastimados y además el cerro está lleno de espinillos. Creí que cualquiera de esos argumentos, tendría que haber sido suficiente para suspender el intento. Creí además que al haberlos lanzado todos juntos, el guía cambiaría de idea de inmediato, pero no fue así.
Fue entonces cuando el guía, que me conocía demasiado bien, me dijo:
- Del otro lado del cerro hay un hotel.
Yo no constesté nada y seguí sentado a la sombra, mientras con una rama hacia dibujitos en la tierra.
- En el hotel hay una hermosa pileta de natación, agregó:
- Yo no tengo malla, contesté de mal modo, y además no nos van a dejar entrar, agregué:
- El guía sonrió, luego se rió, y dijo: No es por eso que te quiero hacer subir al cerro. Y luego de una pausa muy bien calculada agregó:
- Es que sé que te gustan las bellezas naturales, y quería que vieses, desde arriba del cerro, a un grupo de turistas danesas que están alojadas en ese hotel, justo abajo del cerro. Y no sé si lo sabés, pero las danesas acostumbran bañarse y tomar sol casi desnudas...
Los siguientes minutos no los recuerdo bien. Sólo se que yo estaba arriba del cerro, que tenía las piernas con varios raspones causados por los espinillos, y que miraba absorto a las turistas tomando sol en bikini.
Nunca supe bien como llegué arriba tan rápido, sin cansancio. Sólo sé que mantuve en mente lo que yo quería en ese momento y fue dejar que mi ser me llevara alegremente a ese lugar.
Mientras yo no encontré un PARA QUÉ subir el cerro, el CÓMO se me hacía imposible; cuando supe el PARA QUÉ estaba subiendo el cerro el CÓMO se dio de un modo natural.
Ese día aprendí, desde la inexperiencia y la torpeza de mi juventud, que uno podía concentrarse en el PARA QUÉ o en el CÓMO, y que si uno veía como una pesada carga el CÓMO, era porque había perdido de vista la importancia del PARA QUÉ. Luego, con el pasar de los años, aprendí a dirigir a voluntad mi atención alternativamente del CÓMO al PARA QUÉ, de modo tal que ambos trabajasen en armonía.
Juan hizo una pausa, se levantó de la silla y se dirigió a la ventana, y mirando para afuera le dijo a Fred:
- Tu dices que no quieres seguir viviendo, y creo que lo dices pues tienes concentrada la energía de tu pensamiento en el CÓMO. Es entonces cuando comienzas a quejarte de tus padeceres, de las limitaciones que la enfermedad te presenta. Me parece que la muerte de tu primo te ha hecho olvidar, por un rato el PARA QUÉ lo haces...
- ¿PARA QUÉ lo hago? -se preguntó Fred, mientras se refregaba nervioso las manos, y de pronto de nuevo, desde su interior, se escuchó el río tintineante que bajaba la montaña, mientras él se levantaba alegre de la silla, y empezaba a caminar con paso firme por la habitación mientras gesticulando con los brazos se decía:
- ¿PARA QUÉ lo hago?, pues lo hago para seguir disfrutando de mi relación con mi mujer, a la que amo profundamente y con la que quiero compartir mi vida. Lo hago para seguir compartiendo con mis hijos momentos hermosos donde siento que aprendemos juntos a entender la vida. Lo hago para seguir aprendiendo a amarme y a amar la vida.
Luego de esto Fred se acomodó, con un movimiento casi imperceptible, la bolsa que contenía la bomba de medicación, se puso ágilmente el sobretodo, abrió con firmeza la puerta y salió. Fred iba al encuentro de sus seres queridos. Se fue tan absorto en su PARA QUÉ, que CÓMO llegó a su casa en menos de quince minutos caminando a paso firme y tan lleno de energías, todavía no se lo puede explicar.


Autor: Dr. Dino Ricardo Deon.