UNA CUESTION DE ENERGIAS

Eran las dos de la tarde y la temperatura en la ruta era elevada. De pronto lo vi empujando el coche. Daba pena, se lo notaba cansado, agobiado, mientras empujaba un automóvil verde tapado por la suciedad, apenas se notaba que era un Renault 18. No pude evitar detenerme para ayudarlo. Mi pregunta fue demasiado obvia:
- ¿Qué le pasa mi amigo?.
La respuesta fue obvia también:
- No anda, y agregó -Hace dos kilómetros dejó de funcionar y no anda, no quiere andar, me dejó tirado en la ruta, así que me puse a empujarlo.
Lo ayudé a empujarlo un poco, y ya cansado le pregunté:
- ¿Hasta dónde piensa empujarlo?.
- Hasta la próxima estación de servicio contestó.
- Pero eso no tiene sentido, dije exaltado, pues no veía hasta donde llegaba mi vista nada parecido a una estación de servicio.
- ¿Por qué? -dijo él. El coche no tiene combustible y por lo tanto tengo que empujarlo hasta el lugar donde pueda reponerlo. Si encuentro una estación de servicio mejor y si no un lugar que venda kerosene, thinner o cualquier otro combustible. Y agregó mientras me guiñaba un ojo:
- Cuando le pongo kerosene, o thinner, el motor pistonea un poco y recalienta, pero anda igual ¿sabe? Y a modo de conclusión dijo con una sonrisa traviesa: - Me avisaron que si seguía haciendo eso se iba a romper el motor, pero anda igual. Parece mentira, no importa cuánto lo maltrate, hasta aquí siempre anduvo igual.
Me quedé pensando un minuto y luego fui hasta el baúl de mi coche, del cual saqué un bidón de thinner que tenía para un trabajo de pintura. Se lo mostré, su rostro se iluminó y presuroso le puso todo el contenido del bidón en el tanque de nafta de su coche, e intentó arrancar el coche sin éxito. Luego se rascó la cabeza y pensativo me dijo: - Ahora no sé realmente qué le pasa a este coche ¿Por qué no quiere andar, si le puse lo que necesitaba?.
Lo salude y lo dejé solo con su concepto de cómo tratar un coche. Evidentemente, o estaba loco o no le preocupaba quedarse sin el vehículo, o aún si lograba que funcionase, nunca lograría las prestaciones para las cuales estaba diseñado. Ese vehículo nunca andaría bien.
Subí a mi auto y mientras seguía manejando pensé en lo tonto que era ese señor. Y a medida que recordaba lo sucedido iba indignándome cada vez más con la situación: como era posible que descuidase tanto a su vehículo, cómo no se daba cuenta que del tipo de combustible que le colocase dependería que llegase o no a destino. Cómo podía ponerle un combustible que pusiese en peligro la misma vida del motor. En fin cómo podían existir personas tan desaprensivas.
Reafirmando lo dicho, dese otro lugar de mi mente escuché una voz que me decía - ¿No existía un manual de mantenimiento del vehículo que le garantiza las máximas prestaciones si se seguían unas simples normas de cuidado? Y mientras trataba de continuar con esta serie de cargos en contra del conductor del Renault 18, sentí un dolor en el estómago que me obligó a parar mi coche.
No fue difícil encontrar la causa, si bien no me gustó lo que encontré. Miré el reloj del tablero del coche, eran las tres de la tarde, y desde que había salido de la ciudad de Salta, el día anterior a la madrugada, no había dormido, ni comido otra cosa que unas galletitas de grasa y tomado unos cuantos litros de gaseosa a pesar de haber manejado más de 1.500 km.. Una voz en mi interior se preguntó si no estaba exigiendo demasiado a mi cuerpo, otra voz le contestó que a mí realmente me enorgullecían estos desafíos que planteaba conmigo mismo. Dos días sin dormir y ver como el cuerpo me seguía respondiendo. Comer y tomar lo que me viniese en gana y sentirme fuerte como un toro. Pero ahora por primera vez el cuerpo se quejaba.
Cuando el dolor cesó un poco busqué en el asiento posterior la botella de bebida "cola" que me había calmado la sed durante todo el día. La botella había quedado en la luneta de atrás y estaba caliente, de todos modos tomé de golpe un buen sorbo, me comí las últimas tres galletitas y seguí manejando pensando en que seguramente luego de la siguiente curva iba a encontrar un parador en la ruta donde comer un chorizo, y tomar un poco de vino tinto.
Volví a manejar unos kilómetros y tuve que detenerme de nuevo, pues me sentí peor aún. Me paré a un costado de la ruta y a los tumbos me dirigí mareado hacia el primer árbol que encontré, llevando conmigo la botella de gaseosa.
Descansé unos minutos a la sombra, tomé lo que quedaba de la gaseosa y luego me puse a caminar por la ruta, Eran las cuatro de la tarde con una temperatura cercana a los cuarenta grados. Al rato sentí detrás de mí el ruido de un coche que se acercaba, y que luego frenaba suavemente al lado mío. El conductor que me había visto caminando en zig zag, cansado, agobiado, se acercó a ayudarme.
Su pregunta fue demasiado obvia:
- ¿Qué le pasa mi amigo?.
La respuesta fue obvia también:
- No ando bien, y agregué -hace unos minutos empecé a sentirme mal y no soy capaz de llegar manejando hasta la próxima estación de servicio que seguramente tendrá un bar, por eso quiero ir caminando. Mientras le decía esto intentaba seguir mi camino a los tumbos por el costado de la ruta. El conductor me ayudó a caminar unos metros y ya cansado me preguntó: -¿Hasta dónde piensa ir?.
- Hasta la próxima estación de servicio, contesté.
- Pero eso no tiene sentido, dijo exaltado. Pues no veía, hasta dónde llegaba mi vista nada parecido a una estación de servicio.
- ¿Por qué? dije yo, mientras me caía al piso semi desmayado del hambre. En esos momentos me pareció ver de nuevo al conductor del Renault 18 que mientras me guiñaba un ojo me decía: - Pistonea un poco, recalienta, pero anda igual ¿sabe? Y agregaba con una sonrisa traviesa. - Me avisaron que si seguía haciendo eso se iba a romper el motor, pero anda igual. Parece mentira, no importa cuánto lo maltrate, hasta aquí siempre anduvo igual.
Luego una fuerte puntada en el estómago me hizo retorcer y perder la visión. Finalmente en medio de una nube, volví a ver al conductor del Renault 18 que se rascaba la cabeza y pensativo me decía:
- Ahora no sé realmente qué le pasa a este coche. ¿Por qué no quiere andar, si le puse lo que necesitaba? Y mientras escuchaba estas palabras, un nuevo retorcijón me hizo apretar fuerte la botella de gaseosa que tenía en la mano.

Autor: Dr. Dino Ricardo Deon.

Espero que hayas disfrutado de este material de lectura. Si te interesa aprender sobre Bioenergía, te invitamos a conocer nuestro curso a distancia haciendo un click aquí.