EVEREST
(Tomado de la vida real)

Una noche vino Mari. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, y se la veía como a un patito mojado.
Me miró y me dijo:
- No sé qué hacer, y agregó: - tengo que tomar una importante decisión y estoy muy confundida. Me siento como si fuese una persona profundamente contradictoria.
- Por qué? , fue mi poco original pregunta.
- Y, porque ahora que me ofrecen lo que yo estaba esperando, aquello por lo que luché durante tantos años. Ahora que finalmente me lo ofrecen, yo tengo dudas en aceptarlo o no. Se enjuagó un poco las lágrimas y agregó:
- ¿Cómo puede ser?, -¿entonces para que luché tanto, si ahora no lo quiero?, -¿y si lo quiero? -¿por qué estoy llorando, y no dije "SI" de inmediato cuando me lo ofrecieron?.
Hizo una pausa y dijo entre suspiros:
- ¡Es que estoy tan confundida!.
Y las lágrimas siguieron explicando por su cuenta, lo que acontecía dentro de Mari.
Cuando se calmó un poco, repasamos juntos los hechos.
Ella finalmente había llegado a lo que tanto quería. Había logrado demostrarse a ella misma, y a los demás lo que valía. Había llegado al cargo de Jefa de Sector en la Empresa. Este cargo implicaba mucho dinero, casi 1.600,00 pesos por mes, y además con claras expectativas de mejoras a corto plazo. Pero Mari estaba angustiada, lloraba.
Entonces pregunté:
- ¿Por qué llorás?.
- Es que ese puesto no es fácil de mantener-, dijo y se sonó la nariz con un hermoso pañuelo blanco bordado, y agregó: - significa quedarse casi todos los días hasta cerca de las 10 de la noche.
Luego me contó que su Jefa al invitarla a formar parte del grupo de "los elegidos, de la élite" le había dicho respecto al horario y a la dedicación al puesto.
- No te pedimos que entregues la vida por la empresa, como lo hicimos nosotros.
Pero el mensaje estaba claro. Sacrificar la vida privada a cambio del puesto de éxito, quedarse hasta terminar las funciones no importa que hora de la noche sea.
Mari se veía llegando cerca de la media noche a su departamento, mientras su pareja ya estaba durmiendo, y luego acostándose rápido pues al día siguiente la esperaba otra agotadora jornada. El sólo pensar que no iba a poder compartir con su pareja los gratos momentos que tenían luego del trabajo la hacía llorar de nuevo.
Se imaginaba llegando a los fines de semana agotada, sin ganas de hacer nada, más que de recuperarse para otra semana de trabajo intenso.
Mari, se volvió a secar las lágrimas me miró a los ojos y me dijo con bronca:
- ¿Por qué justo ahora, que me acabo de mudar a un barrio tranquilo, en el cual hasta tengo pájaros que me despiertan a la mañana?, y agregó: - Yo elegí vivir lejos del trabajo, invierto casi una hora de viaje a la mañana para llegar al trabajo y otra a la tarde para volver a casa, pero lo hago contenta, porque vale la pena. Imaginate, llego a las 19.00 a mi casa, y me quedan hermosas horas junto a mi pareja, y también me queda un rato para hacer otras cosas.
Es que Mari además había comenzado a trabajar como terapeuta floral atendiendo con éxito a varios pacientes por semana.
Todo esto tenía que abandonarlo para aceptar el "puesto". El trabajo con florales si bien no representaba una cifra importante de dinero a sacrificar en relación al mayor beneficio de aumento en sus ingresos en la empresa, implicaba descontinuar un camino de futuro en un área de vida que para ella implicaba armonía, ayuda a los otros, paz.
Qué lejos se veía esto con los requisitos del puesto: stress, ayudarse a sí misma para evitar que otro le serruche el piso, estado de conflicto permanente con los otros, y aún con uno mismo para mantenerse en el puesto.
Durante años Mari se había sentido el patito feo, la gordita de la cuadra. Luego vinieron los años de su crecimiento personal y gracias al yoga y a la alimentación adecuada había logrado desarrollar una hermosa figura. Además ella que había comenzado a trabajar como cajera, había hecho carrera y ahora si aceptaba se convertía en jefa de Compras.
A pesar de no ser profesional le estaban ofreciendo un puesto, que la jefa como al pasar había dicho que si ella no lo tomaba obviamente sería ocupado por una profesional en el Área de Administración de Empresas. La mente de Mari volvió a sopesar el aspecto económico y pensó que con este puesto era factible pensar en comprarse un coche pequeño, o más adelante comprarse el departamento que actualmente alquilaba.
- Cuántas cosas se podía hacer con dinero- se dijo para sí.
Y se preguntó:
- ¿Y al final, qué me piden a cambio? Nada más que mi tiempo.
Pero recordó que alguien había dicho que la vida únicamente podía ser vivida dentro de un tiempo, o sea que si entregaba su tiempo en definitiva entregaba su vida.
Entonces si le iban a pagar 1.600,00 pesos por mes, ella se estaba vendiendo en esa suma, precio muy bueno para un mercado en el cual las vidas para esos puestos se cotizaban en niveles mucho más bajos.
Mientras la escuchaba, y ella me miraba desde atrás de esas lágrimas que caían por sus ojos buscando una respuesta a su indecisión, me apareció una imagen que absorbió completamente mi atención:
Ví claramente a un hombre vestido de montañista: Con su campera, su gorro, sus antiparras, llegando a la cima de la montaña más alta del mundo, uno de los picos del Everest. Lo veía llegar feliz, agotado, luego de tanto esfuerzo, de tantos preparativos y de tanta energía gastada para estar ahí, en la cima, orgulloso de ser uno de los pocos que había llegado, que lo había logrado.
Lo ví subiendo al tope, clavando en el hielo la bandera de su país. Luego puso la máquina de fotos en automático y se sacó la foto de él, allí en el pico más alto, finalmente hizo lo que había soñado durante tantos años: sacó pecho y poniendo sus brazos en forma de jarra a los costados de su cuerpo empezó a mirar desde allí arriba al mundo allá abajo, fue girando despacio, en redondo, no quería perderse ningún ángulo de la maravillosa visión en 360 grados que tenía ante sí. Cuando hizo esto tres veces, se dio cuenta que hacerlo una cuarta vez sería aburrido. Entonces se sentó un rato sobre la roca más alta y miró hacia los valles, las tierras bajas, y los ríos que se veían pequeños al pie de la montaña, y se puso a pensar en la "pobre gente" que estaba allá abajo mientras él disfrutaba del éxito, del logro, "acá arriba".
A los pocos minutos empezó a sentir el frío que se filtraba a través del pantalón apoyado en el hielo y se puso de nuevo de pie. Eran las 15:00 horas y un viento helado comenzó a imponerse en el lugar. Un viento que lo hizo tiritar de inmediato. Miró de nuevo hacia abajo y recordó su cálida cabaña, el hogar con leños encendidos, y a su esposa que lo estaba esperando.
- Realmente la cima del Everest es un buen lugar para llegar, pero no para quedarse, pensó risueñamente.
Y empezó a bajar la montaña, lo más rápido que pudo.
La imagen de pronto desapareció cuando sentí la voz de Mari que me decía.
- Pero ¿me estás escuchando o no?.
Le pedí disculpas y le conté sobre la imagen que me había distraído, luego comencé a pedirle nuevamente disculpas, ahora por no poder darle ningún buen consejo respecto a la decisión que tenía que tomar.
Pero ella me interrumpió suavemente, y me dijo.
- Gracias, pero ya no necesito consejos, ya sé lo que tengo que hacer. Gracias de nuevo.
Sus lágrimas desaparecieron y se fue en paz.

Autor: Dr. Dino Ricardo Deon.