UN MILLON DE DOLARES

Al salir a la calle y subir al coche Juan pensaba en sus problemas económicos. El Dinero no le alcanzaba y estaba amargado como todos. Así, con la cara desencajada y triste manejó un rato, y luego el vacío, la nada, la oscuridad.
Despertó por la puntada, vio el techo blanco del hospital, le dolía el brazo izquierdo, pero ese brazo ya no estaba.
Delante de sus ojos aparecieron como pantallazos algunas de las imágenes del accidente, vio su brazo aprisionado y a los bomberos. De pronto las escenas desaparecieron, volvió a ver la pared, y se detuvo un rato mirando la fecha del almanaque que colgaba triunfante anunciando el día de hoy: 4 de mayo de 1992.
- Es increíble como la vida de una persona podía cambiar de un día para otro, -pensó Juan.
Repuesto del accidente pensó en cómo resolver el tema que le preocupaba. Quería tener Dinero, mucho Dinero, y por eso a partir de ese momento se dedicó a ganar Dinero.v Pasaron los años hasta que finalmente Juan logró, luego de muchos esfuerzos y sacrificios, su objetivo de vida: llegó a acumular en efectivo un millón de dólares.
A los pocos días, cuando todavía la cara de Juan reflejaba la alegría por haber ganado tanto Dinero, se le apareció un ser luminoso y le dijo:
- Un día perdiste un brazo porque algo tenías que ganar, algo tenías que aprender, -y luego de una pausa agregó- Hasta el día de hoy ganaste un millón de dólares y llegó el momento de la lección. Yo soy un ángel -continuó, y comenzó a flotar y a revolotear un poco por la habitación mientras desparramaba destellos de luz por todos lados- Como ángel, voy a darte una oportunidad de elegir. Ya sabes lo que es tener un millón de dólares, lo que se siente.
Y cambiando el semblante le miró el lugar donde antes estaba el brazo izquierdo y le dijo gravemente:
- También sabes lo que es tener un brazo izquierdo y lo que se sentía.
Y le ofreció la opción:
- ¿Qué prefieres, mantener este millón de dólares, o recuperar tu brazo?.
Juan miró al ángel, y pensó que, por el modo de volar y por la facilidad con la que atravesaba las paredes de la habitación de un lado al otro mientras esperaba una respuesta, parecía un ángel de verdad. Y entonces Juan dijo con lágrimas en el rostro y una voz angustiada:
- El brazo, por favor, quiero mi brazo.
- Que tu deseo sea concedido, -dijo el ángel, y una luz refulgente envolvió todo encegueciendo a Juan.
De pronto Juan abrió los ojos y vio las blancas paredes del hospital, y el almanaque colgado en la pared que triunfante anunciaba el día de hoy: 4 de mayo de 1992, y Juan lloró de alegría mientras levantaba sus brazos a la altura de su vista y se miraba embelesado las dos manos, como quien mira una gracia de Dios.


Autor: Dr. Dino Ricardo Deon.