DIALOGO CON EL TIEMPO


Cierta mañana Carlos, se encontraba preocupado, cansado y mientras caminaba apurado por las calles del centro, la gente se paraba para verlo, pues hablaba solo, fruncía el ceño, gesticulaba, protestaba, realmente estaba protestando. Había algo que no estaba bien en su vida. Estaba logrando objetivos, pero...
De pronto tomo consciencia de que estaba corriendo hacia el trabajo y, en medio de su preocupación, se sentó en el banco de una plaza La primavera lo rodeaba y el Universo se detuvo, asombrado, al ver a Carlos descansando durante un día de trabajo.
La preocupación principal de Carlos consistía en la relación que lo ligaba al "tiempo". No al tiempo climático, no, sino al tiempo que mide el reloj. Era más, el tiempo se había convertido en un obstáculo, era como si un gran genio maligno se interpusiese en sus planes de vida. Es más, el tiempo se estaba convirtiendo en su enemigo declarado. Veía, como en sueños, a este genio maligno y negro, vestido con ropas árabes y que con una cimitarra le cortaba sus proyectos, sus placeres, su vida. Cada vez que estaba realmente logrando algo o disfrutando algo venía ese genio y le "cortaba por la mitad", todo le quedaba inconcluso, todo.
Mientras Carlos pensaba en eso, una suave brisa levantó una pequeña nube de tierra de un curioso color azulado, y entre la nube le pareció ver como emergía de la nada un ser inmenso, anciano, barbudo, y con cara de bueno, vestido con una especie de túnica blanca.
Parece realmente cómico con ese reloj de arena en la mano, pensó Carlos.
Luego se restregó los ojos pues la visión de ese anciano no desaparecía de su vista. El ser parecía cada vez más real y se le acercaba con una tranquilidad absoluta, despacio, muy despacio, era como que disponía de todo el tiempo del mundo.
La situación se tornó realmente increíble cuando ese ser, luego de pedirle permiso a Carlos, se sentó a su lado en el banco, se presentó como el Sr. Tiempo, y entabló con Carlos el siguiente diálogo:
Entiendo Carlos que tenés algún problema conmigo.
Carlos, balbuceó, se atragantó con su saliva, y con una voz casi inaudible dijo sin entender que estaba pasando:
Mire Sr. Tiempo, hace mucho que quiero hablar con Ud., porque la cosa así no va. No me alcanza con lo qué Ud. me da, no es suficiente, necesito más. Y nervioso agregó: ¿Pero Ud. no se da cuenta que arranco a la mañana corriendo y no llego?, ¿Qué siempre estoy a las corridas y no llego a hacer todo lo que tengo que hacer?, ¿que vivo corriendo todo el día de uno lado para el otro?. fíjese Ud. todo lo que hago, como se esfuerzo diariamente al límite de mis fuerzas, y no llego, no llego, no se porque.
En pocas palabras, agregó con bronca Carlos: Ud. y yo estamos siempre en conflicto, yo no estoy conforme con lo qué Ud. me da.
El Sr. Tiempo se rió a carcajadas y le dijo a Carlos con cariño: Realmente sos ridículo mi pequeño ser humano, atrapado en el tiempo y en el espacio. Pero vamos por partes, el problema no es que lo que yo te doy no alcanza. Fijate que lo que yo te doy a vos se lo doy a todos por igual: se lo doy al rico, al pobre, a todos le doy el mismo tiempo. Y si lo medís por día fijate que le doy a todos 24 horas, y hay mucha gente que le alcanza, no se por qué vos te quejas. Es más, nunca escuche por ejemplo a ningún sabio de la antigüedad que se quejase de "falta de tiempo".
Carlos, se estaba ofuscando debido a que el Sr. Tiempo parecía no entender el problema y dijo:
Mire Sr. Tiempo, no me haga comparaciones sin sentido, los sabios eran muy especiales, además vivían en mundos tranquilos, sin presiones, y Yo estoy ahora, aquí, en el siglo veinte. Todo el mundo corre para que le alcance el tiempo, y yo no quiero correr tanto atrás suyo Sr. Tiempo.
El Sr. Tiempo lo interrumpió fastidiado:
Carlos realmente vos no corres atrás mío, vos corres atrás de tus deseos, de tus necesidades de figurar, de tus ansias de hacer mucho. Corres atrás de todo eso y por eso no llegas, y todo eso, que en si no está mal, está mal porque te pones un plazo, te pones un tiempo, y ahí me involucras a mí, para hacerme culpable de algo que no soy.
Yo como tiempo lo único que hago es darte tu existencia, un lugar donde desarrollarte.
El Sr. Tiempo, hizo una pausa y se calmó, era realmente raro que un ser humano, algo tan precario en medio de la eternidad, lo sacara de casillas.
Luego con voz pausada le dijo a Carlos: ¿porqué me haces culpable de fracciones mecánicas que mide un aparato llamado reloj? ¿porque no haces tu actividad y te tomas tus tiempos, mi tiempo?. Usalo, no corras tanto, simplemente disfrutá, lográ subirte a mi tiempo. Al tiempo en el cual puedas hacer las cosas con felicidad, no me des tanta importancia.
Otra pausa hizo el Sr. Tiempo para resaltar una idea: fíjate que curioso, agregó, yo soy el tiempo y ahora te estoy pidiendo que no me des importancia. Pero quiero que me entiendas bien Carlos, lo que te quiero decir es que el aparato ese, el reloj como lo llaman ustedes, que en si no tiene nada de malo, se ha convertido en vuestro enemigo, porque ustedes los humanos no lo usan correctamente. El reloj está bien inventado pero Uds. no lo usan bien,
El Sr. Tiempo bajó la voz para llamar más la atención de Carlos, que tuvo que inclinarse hacia el costado para poder escucharlo:
Uds. han deformado mi esencia, la esencia del Tiempo, y como consecuencia de ello han usado el reloj para controlar todo tipo de actividades.
Hasta el acto más sublime en una pareja lo realizan pendientes del reloj, exclamó indignado. A ese nivel se han confundido Ustedes.
Hizo una pausa, y mientras giraba la cabeza de un lado para el otro en señal de desaprobación agregó: Uds. tienen que escaparse del reloj, si quieren disfrutarme a mí, al Tiempo.
Carlos reflexionó un poco, y en voz ronca y cansada le dijo al Sr. Tiempo: Ustedes. hace mucho que vive, ha visto pasar generación tras generación de personas. Ha visto pasar emperadores, faraones, intelectuales, gente simple. Dígame: ¿qué tengo que hacer?.
Deme algún consejo, suplicó, no quiero correr más, quiero vivir con tiempo.
Y mirando a los ojos del Sr. Tiempo, ese lugar donde habita la eternidad, agregó: ¿me entiende Sr. Tiempo?, quiero vivir en armonía, por favor oriénteme.
El Sr. Tiempo se tomó su tiempo para contestar, era como si buscara elegir las palabras adecuadas, y dijo: Tu comenzaste la conversación diciendo que no te alcanza con lo que te doy y yo pienso Carlos que ese no es el problema , sino en lo que vos estás haciendo con lo que yo te doy y agregó:
Mirá Carlos, es cierto que hace una eternidad que yo estoy, por así decirlo, dándole tiempo a la gente, dándole mi tiempo, también te expliqué que en valores absolutos todos tienen lo mismo.
El Sr. Tiempo hizo una pausa, acarició a un gorrión que se había posado en su mano y agregó: pero la cosa es más sutil Carlos, recuerdo que también dijiste que estás en conflicto conmigo, pero en realidad el conflicto es contigo. Lo importante es que hagas las paces contigo, no conmigo. El problema no es si corres o no, el problema es que debes encontrarte, y luego cuando sepas quién eres, encontrarás tu ritmo y podrás aprovecharme debidamente, pues encontrarás la clave de tu vida.
Debes saber que en la antigua Grecia cuando los oradores querían dirigirse al auditorio, se le asignaba determinado tiempo para exponer sus ideas. Para medirlo tenían en el lugar una vasija, que llenaban con agua antes de la exposición. Por un agujero de la vasija salía despacio el agua, y cuando el agua se terminaba, también con esta se terminaba el tiempo para hablar del orador.
Tenemos un tiempo para hablar, para hacer, para vivir. Un día el agua de nuestra vasija se terminará y con ella tu tiempo. Tienes entonces un tiempo para manifestarte de acuerdo a tu verdadera naturaleza superior, para exponer tus ideas y tus proyectos a la vida, que te está escuchando atentamente.
Párate entonces de frente a ella, y disfruta cada gota de agua que cae de la vasija, disfruta tu vida, disfruta tu tiempo.
De pronto Carlos volvió en si, y despertó como si saliese de un trance.
Indudablemente me he quedado dormido mientras descansaba, pensó para sí. Se puso de pie rápidamente y se dirigió hacia su trabajo mientras buscaba recordar el extraño sueño que le parecía haber tenido. De pronto, una suave brisa levantó una pequeña nube de tierra de un curioso color azulado, que de inmediato comenzó a elevarse hacia el cielo. Poco después a Carlos le pareció ver en el interior de la nube la figura de un ser inmenso, anciano, barbudo, y con cara de bueno, vestido con una especie de túnica blanca, que sonriente descansaba como si dispusiese de todo el tiempo del mundo.
En ese momento le pareció que él también estaba dentro una nube y que si bien seguía caminando tan rápido como antes algo había cambiado, y mientras sonreía feliz, por un segundo y solo por un segundo se sintió eterno.

Autor: Dr. Dino Ricardo Deon.