LA LUNA: ARCANO XVIII
Tercera y última parte

En este número concluiremos con el análisis del Arcano XVIII, La Luna.
Nuestro héroe, al continuar avanzando por el estrecho sendero, se encuentra delante de dos figuras atemorizantes: un perro y un lobo.
Estos dos animales enfrentados ladran, avisan de un peligro, asustan, vigilan.
Algunos autores afirman que se trata de dos perros, otros de dos lobos. En realidad la imagen que mejor complementa la carta es la de un perro y un lobo. De este modo se simboliza por una parte la naturaleza en estado puro y por la otra, la naturaleza domesticada por la cultura.
El lobo, está representado por la figura de la derecha, simboliza la naturaleza libre, salvaje y hostil tal cual fue creada. El animal en este caso es enemigo del hombre, no busca su compañía. Así se afirma "solitario como un lobo". Piensa en servirse a sí mismo, no comprende una actitud de servicio hacia los otros. El lobo está colocado en una posición que le permite tener su vientre apoyado en el suelo. De esta manera, desde lo más visceral de su ser, se conecta con la Madre Tierra. Su pelaje negro representa lo más oscuro en nosotros.
Por la otra parte el perro, visto a la izquierda, simboliza la naturaleza domesticada y fiel. Como manifestación de esta naturaleza sojuzgada, se ha convertido en el mejor amigo del hombre. Ya no se trata de servirse de los otros, sino que ha encontrado un Amo a quien servir. Se ha sometido para adaptarse a otro y de este modo ha evolucionado a niveles superiores del ser. La imagen lo muestra erguido sobre sus patas, representando este mayor nivel respecto al lobo. El perro de pelaje blanco simboliza la luz, la pureza de la evolución, contrasta así con lo negro del lobo.
Pero el sendero transcurre entre estos animales. ¿Por qué?.
Es que debemos transitar por el sinuoso sendero de la evolución, que pasa entre dos opuestos. En este caso representados por la dualidad del lobo y del perro, de la naturaleza y la cultura, de lo negro y lo blanco. En vez de vivir en los mundos de los opuestos, podremos evolucionar, si transitamos hábilmente entre ellos. No debemos tener conceptos mentales del tipo blanco o negro, debemos aprender a reconocer la gama de los grises. Superar entonces la dualidad: naturaleza o cultura.
Desde antiguo se han utilizado estos animales para distintas representaciones del viaje al más allá. Ellos custodiaban los portales de ingreso al mundo infernal. Su rol principal los ubicaba en el límite entre el mundo de la luz y el de las sombras. Entre la vida y la muerte, en las puertas de acceso al reino de ultratumba. Así el monstruoso Perro Cerbero tenía como función ser guardián de los infiernos. El capturar y dominar a este animal fue una de las tareas que debió cumplir Hércules. A tal fin descendió al Tártaro, Reino de los Muertos, y dominio del temible Hades. Hércules le pidió permiso para llevarse al perro Cerbero, Hades lo autorizó con la condición que lo dominara sin emplear armas. Tras un prolongado forcejeo con Cerbero, Hércules logró vencerlo y se lo llevó.
De este modo Cerbero, simboliza nuestra naturaleza inferior, a la que debemos vencer, y no matar, para elevarla a reinos superiores. En especial, por ser un perro, nos remite de nuevo al tema de transformar nuestra energía sexual. Nos invita a superar nuestros niveles animales, sin convertirla en una simple actividad domesticada.
Destaquemos que estos animales están ladrando a la Luna, pues sabiendo que se encuentran sometidos a su influencia periódica, buscan que detenga su permanente ciclo mensual de nacimiento, desarrollo y muerte. Ellos desde su instinto animal saben de su dependencia al astro nocturno. Nosotros, seres más evolucionados, creemos poder actuar independientemente de sus ciclos. De ese modo somos presa fácil para la Luna, que podrá llevarnos sin esfuerzo en su recorrido circular para ella y pendular para nosotros, desde estados de exaltación a otros de depresión, pasando por la melancolía, la irritación y hasta la violencia.
Muchos caminantes no preparados, ante la presencia de estos animales desafiantes, volverán sobre sus pasos. Retornarán al terreno fangoso y conocido. Otros, que venciendo el miedo a ser devorados por su naturaleza inferior, avancen con paso decidido, podrán llegar hasta las torres.
Las torres marcan el umbral del territorio. Aquí se encuentran las puertas del cielo y del infierno. En los antiguos mitos griegos a los solsticios se les llamaba "puertas". La "puerta de los hombres", según estas creencias helénicas, correspondía al solsticio de verano (del 21 al 22 de junio, en el hemisferio norte) a diferencia de "la puerta de los dioses" del solsticio de invierno (del 21 al 22 de diciembre, en dicho hemisferio). Por estas puertas el hombre ascendía o descendía del cielo.
Muchos han visto en las continuas referencias de este Arcano a la muerte y a un reino posterior, protegido por las Torres, la metáfora de la muerte mística. El morir simbólicamente a un tipo de vida mundana para renacer en otra, siempre en la presente encarnación, con un contenido más evolucionado.
Estas dos torres, construidas con muros de color carne, representan, como la Torre del arcano XVI, realizaciones humanas. Pero a diferencia de aquella torre circular que estaba destinada a destruirse, las Torres del Arcano XVIII tienen forma de cubo, representando así las construcciones terrenas sólidas.
Al caminante del sendero se le presentan dos torres, y él podría verse impulsado a dirigirse a una de ellas, pero ¿a cuál?, de nuevo la dualidad: elegir entre esto o aquello. Pero el Arcano propone evitar la elección y continuar avanzando por el sendero. Debe evitar quedar atrapado dentro de las construcciones humanas, por más sólidas que sean estas. El camino propuesto es otro, está más allá de la Luna: estamos buscando la luz del Sol.
Para lograrlo debemos estar atentos, vigilantes. Todavía estamos en un territorio donde la luz proviene de la Luna, como reflejo de la luz verdadera del Sol. Ella hasta el final del sendero nos ofrece, con su luz prestada, la posibilidad de desviarnos, haciéndonos tomar por verdaderas las formas engañosas del mundo exterior.
Si bien la Luna nos engaña con lo exterior, nos ilumina en el interior, con la luz de la intuición. Por esto aparece representada con forma de cara de mujer, clara alusión a la figura de todo lo femenino que hay en nosotros. Desde este lugar pasivo, en el cielo, y utilizando energías del Sol, observa todo lo que hay en su territorio. Observemos también nosotros, como ella, nuestro propio territorio interior.
La Luna, no necesita utilizar energía propia para manifestarse, la toma del Sol y de la Tierra. En la imagen se pueden ver claramente unas gotas de diversos colores que se elevan. Representan la energía que sube, durante la noche, desde la Tierra hacia la Luna. De este modo se complementa el ciclo que se inició a la mañana. Durante el día la energía proviene del Sol y cae, simbólicamente en forma de gotas, sobre la Tierra. Es este un recorrido desde lo superior hacia lo inferior. Estas gotas son conocidas esotéricamente como glóbulos de vitalidad.
Durante la noche, reino de la Luna, el camino se invierte, y la energía fluye de la Tierra hacia el cielo, desde lo inferior hacia lo superior, simbolizado en las gotas subiendo desde la Tierra. Es por esto que desde la antigüedad el hombre ha considerado propicio este periodo en el cual la energía toma un camino ascendente, para buscar conectarse con los mundos superiores. Así ha creado infinidad de rituales, que utilizan la noche como el ámbito propicio para su realización.
Por último, todo el territorio que ilumina la Luna, es fértil, puede dar los mejores frutos, a condición que sepamos trabajarlo. Ese territorio interior puede convertirse en un paraíso, de nosotros depende.


Autor: Dr. Dino Ricardo Deon.