LA ADUANA Y LA EVALUACIÓN

- "Dicen que la aduana de "allá arriba" está cada vez más estricta, dicen que no te dejan pasar nada, dicen que no podés pasar ni siquiera el cuerpo".
Cuando escuché esto último ya no pude evitar mirar directamente a las dos personas que estaban manteniendo un diálogo cada vez más acalorado. Se trataba de dos hombres mayores; calculé que podrían tener cerca de setenta años. ¿Cómo puede ser que digan que no les dejan pasar ni el cuerpo?. ¿De qué estarán hablando?. ¿Qué tipo de cuerpo no se puede pasar?. ¿Cuál será esa aduana de allá arriba?. Todas estas preguntas se agolpaban en mi mente mientras trataba de acomodarme, del modo más disimulado posible, en la silla del bar, pues quería escuchar mejor esa conversación, a pesar del ruido propio del lugar.
- "Sí, te digo que no te dejan pasar absolutamente nada" -continuó diciendo el que parecía más preocupado. Era una persona canosa, muy bien vestida, reloj Rolex en la muñeca. Se trataba sin duda de un individuo de buen poder adquisitivo, de esos que se suponen no tienen ningún problema.
- "Es más -continuó diciendo- parece ser que cuando llegás arriba, tenés que ponerte en una de las filas de acuerdo a tus creencias. Sí, hay filas para católicos, mahometanos, judíos, ateos, hay filas para todos".
Cada vez me costaba más tratar de entender el contenido de la conversación: ¿Que podía tener que ver una aduana con una clasificación de acuerdo a la religión?. Se trata del ingreso a un país que sin dudas tendrá graves conflictos religiosos, pensé. ¿Por qué querrán ir a semejante país?, me pregunté.
-"Si te ponés en la fila de los cristianos, cuando te toca el turno te atiende Jesús. Si te pones en la fila de los mahometanos cuando te toca el turno te atiende el propio Mahoma, en persona. ¿Te das cuenta?. Te atienden ellos personalmente".
Seguramente el hombre hablaba en sentido figurado. Cada vez entendía menos. Seguí escuchando, y mi silla hizo un crujido cuando la corrí un poco hacia la mesa dónde ellos estaban.
- "Y todos te preguntan lo mismo; no importa en qué fila te pongas, te preguntan lo mismo: primero si te divertiste allá abajo. ¡Sí, es cosa de locos!. ¡Te preguntan si te divertiste!. Como si acá uno pudiera divertirse con todas las obligaciones y problemas que tiene... Después te preguntan qué hiciste, en qué ocupaste tu tiempo. Tenés que justificar en qué utilizaste tu vida. Y parece ser que si decís que te la pasaste juntando Dinero, haciendo una fortuna, o simplemente acumulando bienes, que finalmente, es lo que razonablemente hacemos todos los que logramos algo más que simplemente sobrevivir en este mundo consumista. Bueno, si llegás a decir eso, te miran serios y te preguntan: ¿qué trajiste aquí arriba?, porque te dicen que te ven con las manos vacías, y te echan en cara que ni siquiera trajiste el cuerpo físico. ¿Te das cuenta?. ¡Encima se burlan de uno!. No sólo como primer medida, en la aduana no te dejan pasar nada de nada: ni una casa, ni Dinero, ni la empresa, ni los seres queridos y ni siquiera el propio cuerpo, sino que después, te echan en cara que no trajiste nada. Es más, no hay modo de sobornar a nadie en la aduana, no hay arreglo, no importa el Dinero que ofrezcas, no podés negociar nada. ¿Te das cuenta?. En ese momento no tienen en consideración quién sos, no hay influencia que valga. ¡Qué falta de respeto!".
Por mi profesión yo estaba acostumbrado a escuchar conversaciones donde se usaban metáforas, o parábolas, o directamente se hablaba en una especie de clave para que los "otros" no entendiesen la conversación, pero ésto ya era demasiado. De no ser por el miedo que tenía de hacer el ridículo, los hubiese interrumpido para entender de qué estaban hablando en realidad. Mientras pensaba en eso escuché las campanadas de la torre que indicaban las ocho de la noche. Tenía que irme pues se me hacía tarde, pero no podía irme. Ya estaba totalmente atrapado en la conversación, no tenía otro remedio que seguir escuchando.
- "Y si llegás a decir que dedicaste tu vida a hacer un patrimonio para dejárselo a tus hijos... ¿sabés lo que hacen?. Te hacen mirar para un costado. Para un lugar que está lleno de nubes y luego empujan o corren una nube y te hacen mirar para abajo. Y ves claramente allá abajo a tu familia. Y hay veces que en vez de verlos contentos, los ves peleándose por lo que dejaste. ¿Te das cuenta?. Cuando ya se supone que podés descansar, no te dejan, te mortifican. Realmente no es muy humano lo que hacen con nosotros en ese lugar. Pero ahí no termina el martirio. Entonces te preguntan si además de dejarles los bienes les enseñaste a usarlos para que no se perjudiquen por tenerlos. ¿Te das cuenta?. Encima que dejás cosas, ahora vos sos el malo de la película. En definitiva, te tratan peor que en un interrogatorio policial. Finalmente, y esto es lo más importante, te preguntan: ¿qué aprendiste allá abajo?. Parece ser que ésta es la pregunta clave. Parece ser que uno viene acá abajo a aprender a vivir y que éste proceso de aprender debería ser divertido. ¿Te das cuenta?. Uno no vendría a juntar, a acumular bienes materiales: casas, coches, Dinero, etc. Parece ser que uno lo que tendría que hacer, es juntar bienes del espíritu. Aquellos bienes que se relacionan con el crecimiento personal. Que los otros bienes, los materiales, los terrenales, los podés tener, pero que no son en realidad tus bienes. Es como si te los diesen en préstamo, en administración. Como si te los diesen para que los utilices, no como un fin en sí mismo, sino como un medio para el logro de los otros bienes: los espirituales. Entonces resulta que todos tus bienes, tu patrimonio, es de prestado mientras estás acá. ¡Ellos te lo prestan mientras vos estás acá!. ¿Te das cuenta?. Ahora resulta que mi empresa no es mi empresa, que mi coche no es mi coche, que mi casa del country, no es de mi propiedad, que todo es de prestado. ¿Te das cuenta lo que ésto significa?. ¿Te das cuenta de la locura de éstos tipos de arriba?. Es más, ese sería el motivo por el cual los bienes, digamos terrenales, no te los dejan pasar por la aduana. Pues como no son tuyos y ellos te los prestan, como son un medio para poder crecer, un medio para aprender, no son tuyos: tenés que dejarlos acá, para que los que vienen atrás tuyo, los que se quedan acá abajo, tomen posesión de ellos. Para que los usen de prestado o en administración. Para que aprendan con ellos. Sería algo así como los elementos del laboratorio de física que había en la escuela secundaria. ¿Te acordás?. Vos entrabas al laboratorio, hacías los experimentos, aprendías, si podías, y luego te retirabas del lugar dejando todo para que el siguiente curso pudiese también aprender con los mismos elementos. ¿Te das cuenta del disparate total de esta gente?. Nosotros que nos sentíamos más tranquilos cuando terminó el comunismo... ¡Qué inocentes que éramos!. Estos tipos son peores que los comunistas: no te dejan ni el cuerpo. Te sacan todo. Lo único que te queda, es lo que llevás en tu espíritu. Lo que tu espíritu pueda haber aprendido, las experiencias vividas. No interesa lo que puedas haber tenido en propiedad, poseído. ¿Te das cuenta?". Finalmente, el amigo lo interrumpió y le preguntó:
- "¿Pero, dónde escuchaste todo eso?. ¿Qué, fuiste a un curso de crecimiento y conocimiento espiritual y te explicaron que después de muerto vas al cielo para ser evaluado...?. ¡Bueno, ahora me quedo más tranquilo!. Lo que escuchaste, son todas pavadas. No les hagas caso, volvé a tu vida normal y olvidate de esos cursos. Volvé a la realidad, eso es fantasía, no existe".
Por fin logré distenderme en la silla, suspiré tan fuerte que de las otras mesas me miraron sorprendidos. Recién en ese momento tomé consciencia de lo tenso que estaba. Me había metido tanto en la conversación de esa mesa, que había empezado a preocuparme, pero finalmente todo volvía a la normalidad. Se trataba simplemente de una creencia de lo que podría pasar si el cielo existiese, si hubiese una especie de evaluación después de la muerte. Pero el amigo tenía razón, no había de qué preocuparse, eso no era real. Y yo también me quedé más tranquilo.
Los amigos finalmente se levantaron y los vi salir del bar. Pedí otro café, y mientras lo tomaba, un montón de preguntas empezaron a martillar en mi mente: ¿Y si lo que le explicaron a este hombre tuviese algo de realidad?.
¿Y si lo que yo poseo realmente no es mío y lo tengo de prestado mientras esté en esta vida?. Si sólo por un momento me imaginara que eso fuese cierto: ¿viviría yo la vida del modo en que la estoy viviendo?.
Y si no vine simplemente a acumular bienes, sino a utilizarlos adecuadamente para que yo, como persona, sea mejor, ¿viviría la vida del modo en que la estoy viviendo?. Y si vivir realmente fuese un proceso divertido ¿viviría la vida del modo en que la estoy viviendo?.
Por suerte en ese momento escuché las campanadas de la torre tocando las nueve de la noche, y en el apuro por salir corriendo del bar antes que me cerrara la cochera, me olvidé de las preguntas, y empecé a recordar, preocupado, todos los problemas laborales que tenía que resolver al día siguiente.
Todo había vuelto a la normalidad. Al poner en marcha el Mercedes, sentí el típico dolor en el estómago. Había olvidado de nuevo de tomar el ansiolítico y la medicación para la úlcera.


Autor: Dr. Dino Ricardo Deon, Ph.D.