LA FUERZA

Nuevamente El Tarot nos trae una figura de mujer. Pero ya no se trata de una figura arquetípica, inaccesible, lejana, como La Sacerdotisa o La Emperatriz, eternas diosas que nos contemplaban inmóviles desde sus elevados sitiales o tronos. Esa dama de La Fuerza es mucho más humana, más cercana, más palpable.
Parece ser una mujer culta y refinada, va elegantemente vestida, y ya sea por su postura, por los pliegues de sus vestidos o por la posición de sus manos, toda ella indica movimiento. Su sombrero en forma de lemniscata o de ocho, nos recuerda a El Mago, pues ella también es una especie de maga, pero posee una magia distinta a aquel. Es mujer y como tal nos remite a La Sacerdotisa y La Emperatriz. Así como El Mago es portador de la magia del Logos, del poder de lo masculino, La Fuerza nos trae el poder del Eros, de lo femenino. El primero necesitaba de su varita mágica para montar su espectáculo y efectuar sus trucos en la realidad exterior y concreta. Ella no necesita elemento alguno ni demostrar nada, su magia reside sencillamente en su interior.
Así como en El Mago nuestro héroe había iniciado su camino de crecimiento y evolución, La Rueda de la Fortuna, en el medio de su camino, propuso un giro, una repolarización de la consciencia, dirigiendo la energía antes puesta en los logros externos, hacia el conocimiento interior. Y ella, apareciendo después de esta Rueda de la Fortuna será la encargada de guiarlo a través de su laberinto interior para que pueda conectar sus deseos más conscientes con los aspectos más oscuros, primitivos e inconscientes de su psiquis. Representa pues los aspectos femeninos, el "ánima" de nuestro héroe.
Por eso es que ella no está sola en el diseño de este arcano. El león que la acompaña representa justamente el poder indiscriminado, salvaje, instintivo del inconsciente. El león como tal fue considerado siempre como el rey de los animales, y si hacemos un poco de memoria, El Loco también aparecía acompañado por un animal, esta vez un perro, que mordía sus ropajes como previniéndole de algo. Y también allí este perrito representaba al inconsciente de nuestro protagonista. Podríamos decir que al no prestarle nuestro héroe la suficiente atención a lo largo del camino ya recorrido, este perro hubiera tenido el tiempo y el espacio suficiente para crecer hasta convertirse en león y ahora bramara clamando por atención y cuidados. Ya no puede ignorarlo más. Pero, ¿qué hará? ¿Oponerle su fuerza bruta para vencerlo o dejarse dominar por este león y permitir que lo devore? Desde lo simbólico este pequeño drama está representando nada más ni nada menos lo que nosotros sentimos cuando nos enfrentamos con nuestras emociones más primitivas e indiscriminadas, nuestras pasiones, nuestros deseos más vehementes, nuestro odio, nuestras envidias y celos, en fin, todo aquello que tratamos de ocultar a los ojos de los demás e incluso nos negamos a nosotros mismos, todo aquello que nos ensucia y avergüenza, pero que también nos impulsa y nos llena de vida y energía.
Como la maga e iniciadora que es, esta dama de La Fuerza será la encargada de introducir y guiar a nuestro héroe a través de los oscuros pasadizos de su hasta ahora tan temido y reprimido universo interior, aquel que El Carro relegaba, para centrar su energía en su mente y su voluntad consciente. Pero, ¿cómo lo hará? No cuenta más que con sí misma. Por ello es que la vemos introduciendo confiadamente sus manos en la fauces de la fiera. No podríamos decir si está avanzando o retrocediendo, si está tratando de abrir o cerrar la boca del león, si lo está acariciando o palmeando, si le está dando de comer, parecería que le estuviese hablando en su propio lenguaje.
Podríamos preguntarnos ahora a que obedece el nombre de este arcano. A la fuerza de quien se está refiriendo. ¿Será a la del león, salvaje, cruel, instintiva o a la seguridad y fuerza interior de esta dama? En definitiva poco importa a quién se refiere, pues lo cierto es que ambos trasmiten una mutua armonía, como si danzaran al son de una melodía que ambos comprenden, melodía que emana de una esencia que es compartida por ambos, melodía que cada uno de nosotros podemos crear si nos abocamos a la tarea de contactar, lenta, cuidadosa y amorosamente con nuestra propia fiera interior.


Autora: Mónika Claudia Zajdman.