LA PSICOLOGIA DEL MASAJE

¿Para qué sirve el masaje...?
¿Siempre tengo que estar dispuesto a dar un masaje a alguien?

El estado de la mente es muy importante, pero aún más a la hora de aplicar un Masaje. Salvo que nuestros sentimientos, conciencia y motivación sean de una naturaleza pura poco común, transmitiremos nuestras tensiones al receptor. Si nuestros niveles de tensión están fuertemente elevados es posible que nuestro receptor sienta el Masaje molesto, indiferente o acaso hostil.
Todo elemento está conformado de átomos que vibran. La excitabilidad de los átomos es un hecho científico reconocido, así que hay que vigilar muy de cerca las vibraciones. Si éstas son muy rápidas debido a contrariedades emocionales, debemos calmarnos o posponer el Masaje para otro día.

Si estamos enfermos o sentimos como si fuéramos a engriparnos, no hay que dar Masaje. Una razón, obviamente, es que podemos contagiar al receptor. Pero, también debemos tener en cuenta que nuestro nivel de energía se encontrará agotado. No solamente correremos el riesgo de enfermar aún más, sino que posiblemente no seremos capaces de aplicar un Masaje satisfactorio.

La regla más importante que hay que recordar al aplicar un Masaje es dejar que nos dirijan nuestras percepciones. Si súbitamente sentimos que debemos tocar una parte determinada del cuerpo de una manera dada, no hay que vacilar. Para ello deberemos realizar una suave transición de la técnica que estamos aplicando hacia la parte del cuerpo del receptor que nos llama la atención y emplear un golpe suave o la presión que requiere para satisfacer nuestros instintos.

No debemos permitir que nuestro ego interfiera mientras damos un Masaje ya que esto produce un Masaje menos sensible. Centremos nuestra atención en las tensiones y temores del receptor y observemos cómo se diluyen.
La concentración, conjuntamente con nuestras intuiciones, nos permitirá sentir la tensión y el temor ocultos profundamente dentro de las articulaciones, músculos, órganos y huesos del receptor.
Imaginemos que somos detectives. Localicemos al asaltante que se esconde en una articulación, músculo, órgano o hueso y eliminemos al delincuente.

No siempre resulta sencillo eliminar del cuerpo sus tensiones y los temores acumulados. Una vez que hayamos ubicado al rufián hay que obligarlo a salir utilizando el golpe apropiado o aplicando la presión adecuada. Si no se logra en un tiempo razonable es preferible abandonar el esfuerzo durante un rato. Más tarde se regresa a la zona en cuestión, varias veces si es preciso.

Los humanos tienden a guardar sus tensiones y temores como si fuesen joyas preciosas. No hay que ser excesivamente agresivo al intentar disiparlos. Por indeseables que sean estos aspectos de la psiquis, la mayoría de las personas siente gran renuencia a abandonar cualquier parte de sí misma. Dejemos que el amor y la compasión fluyan a través de nuestro tacto para mostrar al receptor cuánto mejor se sentirá el cuerpo.
Muchas personas procuran enterrar sus tensiones y temores dentro de su cuerpo con la esperanza de que los temores seguirán siendo un secreto para sí mismos y para el mundo.
Si bien las tensiones pueden mantenerse ocultas durante un tiempo finalmente regresan en forma de dolencias y malestares del cuerpo.
A estos niveles, la persona no tiene ni idea de lo que provoca su problema.
Un masajista o terapeuta inteligente puede entrar en comunicación con estas tensiones y disolverlas mediante una manipulación compasiva.

Generalmente, es probable que el masajista tenga que volver a las zonas afectadas en repetidas ocasiones antes de que las tensiones desaparezcan. Una ayuda en este proceso la constituye el cumplido.
Al dar Masaje a una zona afectada hay que expresar palabras que alienten al receptor a dejarse ir y a sentirse bien.
Al sentir el más mínimo relajamiento conviene hacer un complemento como: "Muy bien, vamos a intentarlo un poco más". Si el receptor deja salir toda o gran parte de la tensión, podemos exclamar: "¡Magnífico! ¡Ya la has dejado salir! ". A todos nos gusta oír que somos magníficos.

Muchas personas no tienen noción de dónde ni hasta qué punto están reteniendo su tensión. Frecuentemente creen que están relajados, pero encontramos que tienen los miembros rígidos.
No hay que criticar o intentar que el receptor admita la existencia de una tensión que no está dispuesto a aceptar. Es mejor decir: "Creo que he encontrado un poco de tensión en esta zona. Vamos a ver si podemos eliminarla trabajando juntos".
A menudo, la persona se relajará aún más si se la alienta, pues ya no se sentirá ni amenazada ni sola en la lucha. Nunca hay que olvidar el complemento cuando el receptor deje salir tensión.

El uso de imágenes resulta útil para alentar a algunas personas a soltar sus tensiones y temores acumulados.
Quizás podamos utilizar la imagen de una muñeca de trapo para sugerirles que relajen sus extremidades o pedirles que piensen en algo que les haga sentir felices y tranquilos como un barco en la mar serena.
Incluso podemos ser más punzantes si conocemos bien al receptor. Podemos mencionarle casualmente algo que le haga sentir bien para alejar las preocupaciones que ocupen su mente en ese momento.

La mayoría de las personas esconden sus angustias y preocupaciones en los mismos lugares, por lo general en el cuello, los hombros o la parte inferior de la espalda.
El reconocimiento repetido de esas áreas de almacenamiento nos ayudará a evitar la aparición de nuevas acumulaciones y, por consiguiente, a promover un cuerpo y una mente más libres y menos tensos.

Una última advertencia para el masajista: no hay que permitir que el negativismo que abandona el cuerpo del receptor se introduzca en el propio.
A medida que se liberan las tensiones hay que neutralizarlas y alejarlas de las yemas de los dedos hacia la atmósfera.
Mejor aún: disiparlas a medida que aparecen antes de que lleguen a los dedos. Un método para neutralizar la energía negativa a medida que sale del cuerpo del receptor consiste en transformarla mediante la imaginación en algo positivo, como un ramo de flores silvestres, un rayo de sol u otro objeto alejándose feliz.

Autora: Staff de la Revista Crecimiento Interior.