EL CARRO

Nuestro joven ha crecido, habiendo hecho la elección que indicaba la etapa de El Enamorado, se dispone ahora a seguir su camino. Se nos presenta como un joven rey, erguido en su carro, dispuesto a emprender la marcha. Llama la atención este séptimo arcano, ya que no se lo designa con el nombre de una figura arquetípica como La Sacerdotisa, La Emperatriz, El emperador, El Hierofante, o El Enamorado, sino simplemente como El Carro. Dejando atrás las figuras todopoderosas, magníficas, estáticas de los anteriores, El Carro nos da idea de movimiento, desarrollo actividad.
A nuestra mente trae las figuras de los héroes de tantas novelas épicas que tan maravillosamente fueron llevadas al cine como Ben Hur, Julio César, Alejandro Magno y tantas otras más.
Si dejamos un poco de lado el arcano Nº 0, El Loco, y dividimos los restantes en tres grupos de siete, veremos que El Carro ocupa el último lugar del primer ciclo, indicando el cierre del mismo y el comienzo de un ciclo nuevo. Y este número siete se repite en muchos otros ciclos: siete son los días de la semana, siete los colores del arco iris, siete los chakras, siete las leyes herméticas, siete los planetas conocidos en la antigüedad, etc.
Nuestro rey de El Carro, ha iniciado su vida independiente, libre ya de las ataduras que le imponían su familia y las estructuras sociales de su medio ambiente. Está dispuesto a vivir la aventura única, personal e irrepetibe de su propia vida. Si bien se ha liberado, no por ello ha olvidado lo aprendido en los anteriores estadíos, se diría más bien que los ha integrado a su persona, pero tiene la determinación de que no interfieran con sus proyectos.
Como prueba de ello, basta con mirar detenidamente sus vestiduras, vemos que ellas nos dan indicios de los anteriores arcanos: el toldo del carro nos recuerda el velo de La Sacerdotisa, como también las dos lunas que lleva en sus hombros, éstas a su vez remiten al Sumo Sacerdote, pues han sido asociadas al Urim y al Thummin, elementos que utilizaba el Sumo Sacerdote de Jerusalem para conectarse con la palabra de Jehová. La vara que lleva en su mano nos recuerda la de El Mago y al cetro de El Emperador, también su corona hace referencia a este último. El césped bajo las ruedas es el mismo que adornaba el jardín de La Emperatriz y el par de caballos o esfinges, con su polaridad de colores, blanco y negro o rojo y azul según las distintas versiones, nos hacen pensar en Los Enamorados. Si seguimos profundizando encontraremos muchos más elementos que nos remitan a los arcanos anteriores.
Decíamos que este joven ha iniciado su camino en busca del éxito y para lograrlo su mente consciente ha subordinado todas las cosas al poder de su voluntad. Es así como las cuatro columnas que forman su carro sostienen un toldo, que lo protege de los elementos de la Naturaleza, pero podríamos pensar que también lo protegen de las de las flechas de amor del angelote que observaba desde el cielo en el arcano anterior.
Al mismo tiempo se diría que este rey y su carro forman una unidad, pero los caballos están como separados del mismo. ¿Qué representan estos caballos? Desde la antigüedad se ha asociado a los mismos con ritos vinculados con la muerte, transformación y renacimiento de una nueva vida. Ya más recientemente la moderna psicología los ha vinculado con la sexualidad y los instintos. ¿Y las esfinges que los reemplazan en algunas versiones? Nos hacen pensar en los misterios egipcios y también en el enigma que Edipo resolvió, enigma que tenía que ver con el eterno ciclo de la vida del hombre.
Parecería que estos caballos o esfinges corrieran en direcciones contrarias y es la tarea del conductor controlar su marcha y mantener su carro en equilibrio a lo largo del camino. Pero, ¿cómo lo hará si además no lleva riendas para dirigir su marcha? El joven rey confía en el poder de su voluntad. En su mente brilla un objetivo , para lograrlo, no escatimará esfuerzos y está dispuesto a apartar de su camino cualquier experiencia que lo detenga o desvíe del mismo. Pero quizás el mismo camino le ponga obstáculos que lo harán tropezar y caer más de una vez, levantarse y seguir la marcha para más adelante volverse a caer , y seguir otra vez siempre hacia adelante, hacia su meta. Pero para ello tendrá que comprender que no puede dejar de lado sus aspectos más humanos, aquellos que lo conectan con sus instintos, sus sensaciones, sus sentimientos más profundos, esto si desea lograr el verdadero éxito.
El Carro nos lleva al movimiento, nos invita a la aventura, a viajar por territorios inexplorados, pero no nos plantea simplemente un viaje exterior. Nos invita a viajar hacia nuestra interioridad, hacia nuestro si mismo interior. Para ello bastará con que cerremos los ojos, y con las alas de nuestra imaginación, nos subamos al carro, nos entreguemos y dejemos que su conductor nos guíe hacia el centro de este, nuestro territorio privado, íntimo y personal...



Autora: Mónika Claudia Zajdman.