UN ANGEL BAJO DEL CIELO
Basado en una Historia real

Estaba sola, tirada sobre la cama, vestida con un joging blanco prestado. Es que nada de su ropa le servía. Había perdido veinte quilos durante este mes. Su respiración era agitada, a pesar de lo cual apenas podía moverse.
- Tengo las manos vacías, no tengo nada -me dijo a modo de saludo mientras se las miraba con lágrimas en los ojos.
- Tengo un dolor acá -y se tocaba el pecho a la altura del corazón como un vacío en el corazón- Me han quitado todo, sólo me han dejado el cuerpo.
Luego suspiró y mirando para otro lado dijo:
- Me duele el alma.
Las lágrimas seguían saliendo despacio de una fuente interior, que parecía inagotable.
Habían pasado 20 días de ese accidente ridículo: el calefón que, como en muchas casas antiguas estaba en el baño, tuvo una pérdida de monóxido de carbono y su hija había sufrido un desmayo mientras tomaba un baño de inmersión. De este modo, la luz de sus ojos, su única hija, había dejado de existir.
Mientras pensaba en esto escuché unas palabras de Laura que me trajeron de golpe al presente:
- Quiero irme con ella, -dijo con firmeza- No me queda nada por qué quedarme en este planeta.
En ese momento su cara se iluminó y dijo:
- Marcela era toda dulzura, con sus 19 años, era un ser etéreo, sutil, siempre alegre.
Al recordarla, y a pesar de su enorme tristeza, apareció una luz en sus ojos y una pequeña sonrisa en sus labios. De pronto, el rostro de Laura se apagó y entonces me dijo:
- ¡No puedo más!... Mirá, en mi vida he pasado por muchas circunstancias difíciles... Primero tuve una experiencia más allá de la muerte cuando a la edad de 20 años los médicos que me estaban operando habían declarado mi "muerte clínica", mientras yo flotando a unos metros de altura sobre la mesa de operaciones veía allá abajo a mi "muerto" cuerpo físico. Unos años después, mi marido, un hombre todavía joven murió de cáncer. Hace un año sucedió la muerte de mi suegro al que había cuidado hasta el final, como si fuese mi propio padre. Todo esto lo había podido llevar con entereza. Pero lo de Marcela es demasiado. No hay modo de superar esto. El sufrimiento que tengo no se puede medir, ni llevar, ni soportar.
Movió la cabeza, buscando de cambiar de ideas y dijo:
- Marcela no era de este planeta. Marcela me sacaba las cosas y se las regalaba a los "chicos de la calle", como ella los llamaba con amor.
Entonces recordó la vez que buscó un par de zapatillas casi nuevas para un viaje de vacaciones y no las encontró, y esto había sido un pequeño enigma hasta que se las vio puestas a uno de los chicos de la calle, una de esas tardes que venían a pedir cosas.
Laura se giró en la cama y al hacerlo miró una foto de Marcela sobre la mesita de luz y volvió a tocarse el pecho con dolor.
Esperé un poco y le pregunté si sabía algo sobre los chakras.
- Nada, -me contestó.
- Los chakras son puertas de entrada y de salida a centros de energía del cuerpo, y es la causa de tus dolores. Están indicando la desarmonía en el funcionamiento de tus chakras. En especial el chakra base que te conecta con lo terrenal, el del plexo solar a través del cual te relacionas con los otros, y el cardíaco que te permite expresar o no tu amor, -y le marqué las posiciones de estos chakras, tocándole la zona baja de su abdomen, la zona un poco arriba de su ombligo y la zona del centro del pecho. Luego como jugando le toqué la parte superior de la cabeza y le dije:
- Y acá arriba tenés el chakra coronario que te conecta con lo superior, con lo espiritual.
Ella, como siguiendo la broma, contestó:
- Será por eso que tengo un cosquilleo casi permanente en la cabeza. Será Marcela que quiere comunicarse desde el cielo conmigo, -y volvió a sonreírse.
Le hice notar que al tener todos los ckakras bloqueados, su conexión con lo exterior estaba cerrada, y que le iba a ser difícil conectarse con la vida.
- No quiero vivir más, -dijo de modo cortante.
- ¿Y conectarte con Marcela tampoco querés?.
Esas palabras hicieron que me mirara fijo a los ojos y se acomodara para escucharme mejor.
- Si quieres empezar a conectarte con Marcela, tienes que permitirte abrirte, dejarte fluir. Estás cerrada energéticamente y de este modo no podés percibirla. Es seguro de que si te abres un poco puedes escucharla. ¿Realmente no la has percibido todavía?.
- No, -fue su respuesta-, no la percibo, no la escucho, pero busco de hacer lo que creo que ella hubiese querido.
- ¿Que querés decir con eso? -le pregunté.
Se acomodó en la cama y me explicó.
- El día de la madre, por ejemplo, me sentía muy mal, y no tenía fuerzas para levantarme de la cama, luego pensé en lo que hubiese querido Marcela que yo hiciese, entonces me levanté, tomé las pastillas que me había recetado el médico, y me fui a almorzar con mi mamá de 78 años.
Se quedó pensando y luego dijo:
- Otra tarde vino un chico de la calle y me dijo "tengo frío". Yo me di cuenta que lo que el chico quería era que le regalara ropa, como siempre hacía Marcela cuando un chico le decía eso, y de pronto me apareció en mi mente la imagen de la última campera que le había comprado a Marcela. Yo quería conservarla, y por esto pensé en darle otra cosa, pero de pronto me pareció escuchar la voz de Marcela que me decía: "no seas egoísta, el chico la necesita y yo no". Entonces le entregué la campera nueva y me quedé en paz.
Le hice notar que estos dos actos, mostraban que ella "sí" podía escucharla, pues en definitiva condicionaba sus actos a los deseos de Marcela.
Laura hizo como si no me hubiese escuchado y cambiando de tema me dijo:
- Unos día antes del accidente Marcela me escribió: "Mami, te dejo estas líneas para que no me extrañes". También unos pocos días antes, días en los que estaba saliendo muy poco, Marcela había insistido en la importancia de ir a la misa del sábado. "No me puedo perder esta misa", dijo. Otro día, me dio una pequeña imagen en yeso de la cara de un angelito y me pidió que la pusiese sobre el dintel interior de la puerta de entrada del dormitorio, que eso me iba a ayudar. Últimamente, Marcela decía que era muy feliz, pues todas las noches se encontraba con su padre fallecido. Él le aparecía en sueños y le hablaba.
Laura dejó de hablar, pues las lágrimas la inundaron.
Ella que siempre había creído en varias vidas, y había vivido su propia experiencia más allá de la muerte, ahora lloraba metida dentro de esta vida la pérdida de todo, la pérdida de su hija.
- ¿Y si te permitieses otra visión, otra interpretación de lo sucedido?, -le dije.
- ¿Que quieres decir?, -preguntó acomodándose un poco en la cama.
- Y sí, otra visión, verlo desde otro ángulo, desde una perspectiva más alta, como si mirases desde un avión. Laura, tu visión actual, a la que te has aferrado en estos días, habla de una vida perdida. Una vida que queda sin sentido. Una vida de sufrimiento que no mereces. Una vida en la cual de pronto pierdes todo, y por cuya causa quieres dejar ya el planeta. Una vida en la cual tu afirmas que no vas a recuperar más la alegría.
- ¿Cómo se puede volver a reír si se pierde un hijo? - me preguntó acongojada.
No sé de dónde salió mi respuesta.
- Pero Marcela a pesar de haber perdido a su padre, reía, y era feliz, y es más, decía que no lo había perdido, que lo encontraba todas las noches en sus sueños y que eso la hacía feliz, -contesté.
Bajó su cabeza y se quedó pensando. Insistí con la idea y le dije:
- Si cambiases tu visión de lo sucedido... si en vez de razonar que existen varias vidas, te permitieses "sentir" que existen varias vidas y comiences a "sentir y a vivir" en ésta, una de tantas vidas, ¿qué pasaría?.
Entonces, sin esperar respuesta, proseguí:
- A veces las personas que, por no entender los procesos, cuando una crisálida se convierte en mariposa se quedan llorando sobre los restos en vez de gozar la belleza y plenitud de la mariposa. ¿No sería todo distinto si supieses que Marcela es un hermoso ángel que se ofreció durante 19 años para estar "apretado" y limitado dentro de un hermoso cuerpito primero de niña y luego de señorita, para luego recuperada ya su forma etérea, ayudarte a cumplir una misión en esta vida?.
- ¿Una misión? -se preguntó Laura, luego se contestó- No creo...
Yo dije:
- ¿No existe la posibilidad de que los últimos actos que realizó Marcela antes de volver a tomar la forma de ángel hayan sido señales de lo que iba a suceder?.
- No sé, -dijo Laura-, no puedo entender lo que pasó y por eso me puse a leer muchos libros, -mientras señalaba una pila sobre la mesita de luz- Y a medida que leo, lo único que logro es entender cada vez más el modo de vivir que ella tenía: un modo simple, puro, y feliz. Marcela ayudaba a los que no tenían suficiente. Una vez regaló un montón de sábanas, y cuando intenté sin éxito retarla me contestó tranquilamente con una sonrisa: "hay que dar las sábanas que sobran, porque cuatro sábanas alcanzan en una casa". Cuando le decía que no diese tanto, me contestaba: "dales el dinero, ellos lo necesitan"; "dales ropa, ellos tienen frío". Cuando la prevenía de los peligros de la calle, ella me contestaba: "no te preocupes, los chicos de la basura son mis amigos, ellos me cuidan". Marcela estaba siempre alegre y vivía abrazando a todo el mundo. Era muy creyente, y había logrado al mismo tiempo que de ese ángel las monjas dijesen: "es el diablillo de la clase, siempre haciendo travesuras". De lo único que me doy cuenta es de la profunda sabiduría de su existir. Y aquí estoy ahora, tirada en la cama lamentándome.
De pronto se sonrió, como tomando distancia de su propia situación y me dijo:
- ¿Sabés que me hubiese dicho Marcela, si me hubiese visto en este estado?.
- ¿Qué? -pregunté.
- Pues, ¡levantáte o te levanto de una patada en la cola!, y me lo hubiese dicho con una sonrisa tan linda y con tanto amor, que yo me hubiese levantado corriendo.
- ¿Y qué estás esperando para levantarte?. Si hay una misión para ti en esta vida junto a un ángel llamado Marcela, ahí tirada en la cama nunca lo vas a descubrir, y si tus ojos siguen empañados por las lágrimas nunca la vas a ver. Y si la sigues buscando a Marcela donde no está nunca la vas a encontrar. Tienes que abrir tu corazón a la vida, y dejar de buscarla con los ojos.
En ese momento la lámpara del techo que pendía a tres metros de altura, se movió un poco como si alguien sin querer la hubiese rozado al pasar.
Al día de hoy, Laura sigue un poco confundida, pero su visión se amplía cada vez más. Es como si estuviese tomando altura para ver mejor. Si bien no tiene en claro aún para qué misión vino a este planeta, si tiene y bien en claro, desde el fondo de su alma inmortal, que estamos en este planeta para dar lo mejor de nosotros, aún en las más difíciles circunstancias, y con todo el amor como lo hacía Marcela.

P. D.: luego del accidente "los chicos de la calle" le trajeron a Laura flores, que dijeron habían robado de un jardín. Pero, me pregunto: ¿se puede robar flores al universo?. No, solo se puede cambiarlas de lugar, pues finalmente todo queda en manos del mismo propietario y dentro de sus dominios, los dominios de Dios.
Del mismo modo: ¿es posible robar a Marcela de este mundo?. No, sólo es posible que cambie de plano, que deje el plano material y que se manifieste en plenitud en su forma de ángel en el plano sutil, en el jardín de Dios.


Autor: Dr. Dino Ricardo Deon.