EL PENDULO

La suave y cálida conversación entre José y María fue interrumpida por un ruido inoportuno. Era el sonido de un teléfono celular que inundó el bar, y todos los que tenían celulares reaccionaron con inquietud.
La calma se produjo cuando José atendió el suyo. De este modo los otros pudieron recuperar sus conversaciones.
Mientras tanto María iba observando como se transformaba la cara de José, a medida que escuchaba a su secretaria por el celular.
Finalmente la conversación terminó y José dijo:
- ¡Qué bronca!. Venía todo tan bien, y tenía que pasar esto y ahora me puse mal -mientras hablaba se ajustaó el nudo de la corbata, y sintió que el saco del traje comenzaba a molestarle. Se había quedado hasta tarde en la oficina y salió tan apurado que no había tenido tiempo de pasar por su casa a cambiarse.
- Discúlpame María, yo se que habíamos pensado ir a cenar y salir un poco, pero ahora todo se ha estropeado. ¿Con qué ánimos voy a salir con lo que me ha pasado?.
Revolvió con bronca el café con la cucharita y agregó:
- Me voy a meter en la cama y a taparme con las frazadas. Me voy a esconder hasta mañana.
María observó lo poco que había quedado del José alegre con el que se había sentado hacía un rato, y aceptó casi con alivio la propuesta de suspender la salida.
- Hubiese sido muy desagradable para los dos salir en estas condiciones -le dijo y se despidió con un beso en la mejilla, dejando a José con todos sus problemas.
Eran las 7 de la tarde de un día viernes y la noche comenzaba a nacer. Un fin de semana se avecinaba. En otro momento hubiese sido un magnifico fin de semana, pero con lo que había pasado, ¿quién tenía ganas de salir?. Fue así que José se apresuró a avisar a sus amigos que no podía aceptar la invitación que le habían hecho de ir a una casa quinta. Se quedó en su departamento solo, sin afeitarse y mirando, sin ver, la televisión.
- ¿Cómo no ponerme mal con lo que ha pasado? -se repetía- ¿Por qué me pasan estas cosas justo a mí?.
La parte más difícil fue la del domingo a la tarde. Pues su mente ya estaba en el día lunes pensando en su problema y sin poder siquiera dilucidar una solución. Estaba muy "pre-ocupado". Finalmente se tomó una pastilla para dormir, se metió temprano en la cama, y esperó a que llegara el lunes.
De este modo a la mañana siguiente, se levantó como pudo y fue hasta la oficina.
Allí lo estaban esperando las malas noticias.
Al llegar se reunió de inmediato con su socio para ver como enfrentar el drama, tiraron ideas, les pareció ver alguna luz al final del túnel de sus problemas y aplicaron una solución.
Así pasaron dos días más de amarguras hasta que, gracias a Dios, el conflicto se solucionó. Ese mismo día concretó una operación comercial que le dejaba buenos beneficios, se puso muy alegre y llamó a María para festejar.
Fueron al mismo bar, charlaron, hablaron de ir al cine y luego salir un poco.
María preguntó:
- ¿Es necesario que esté el teléfono celular encendido?.
- Discúlpame -dijo José- pero estoy esperando novedades de la bolsa de San Pablo, en unos minutos mi secretaria me las pasa y te prometo que lo apago.
Unos minutos después sonó el celular.
De nuevo la cara de José comenzó a endurecerse y a ponerse blanco, luego terminó la conversación y con voz quebrada dijo:
- ¡No lo vas a creer!, la bolsa de San Pablo perdió 9,6 % y la de Buenos Aires 7,8 %.
María comprendió que de nuevo "su José" había desaparecido, dejando en su lugar a un comerciante demasiado preocupado por sus inversiones financieras. Esta vez fue María quien le propuso suavemente:
- Si te parece lo dejamos para otro día.
Y José se apresuró a decir:
- Sí, gracias por comprenderme, en todo caso salimos el Jueves.
Y José volvió a su casa... A la mañana siguiente salió pensando en la Bolsa de San Pablo y en una bocacalle, en un choque muy tonto, le abollaron el guardabarros derecho del coche. Fueron tres días de amargura hasta que, previo pago de la cuenta del chapista, José trató de olvidarse del choque. Al día siguiente subió la bolsa de valores de Tokio y se alegró pensando que repercutiría favorablemente en la de Buenos Aires. La felicidad duró poco, pues luego de la rebaja de la tasa de interés en Estados Unidos, la bolsa de Buenos Aires cayó estrepitosamente. También el ánimo de José cayó y canceló la salida con María. No quería que ella lo viese caído, prefería estar solo en esos casos. Rumiar su bronca, su dolor, su tristeza... Fue otro fin de semana de soledad y depresión. La semana siguiente fue peor que la anterior, y la siguiente también. Una tormenta de mala suerte se había desatado sobre su vida y parecía que no terminaría jamás. Todo lo que podía salir mal, salía mal. Y José cada día se lamentaba más, cada día se ponía más negativo, más tenso, más huraño. Hacía mucho tiempo que ya no sonreía. Se levantaba a la mañana e iba al trabajo casi arrastrándose. Ponía, sin fuerzas, el pecho a los problemas, y luego a la noche volvía a su casa justo a tiempo de encender el televisor para enterarse si la bolsa de valores había cerrado en baja o en alta. Si había cerrado en baja se lamentaba y se iba a dormir. Si había cerrado en alta, se decía que seguramente al día siguiente iba a bajar, se lamentaba y se iba a dormir.
Así se alejó de todos, y casi todos se alejaron de él. Se limitaba a ir a tomar un café con algunos colegas que tenían problemas similares a los de él. De este modo podían contarse unos al otros, los dramas y los desastres que soportaban, sin esconder su amargura y desilusión. Entre ellos "se entendían".
Pero, como en los cuentos de hadas, llegó un día que algo pasó. Ese fue el día en que José, casualmente y no teniendo nada mejor que hacer, abrió un libro que María le había regalado para su cumpleaños. Se puso a leer unos párrafos al azar, hasta que de pronto se irguió sobre su silla, abrió los ojos y comenzó a releerlos; decían: Uno puede estar a merced de sus circunstancias o usarlas a su favor. Por una ley conocida como "ley del péndulo", que afirma: "Todo fluye y refluye, todo asciende y desciende; la oscilación pendular se manifiesta en todas las cosas; la medida del movimiento hacia la derecha es la misma que el de la oscilación a la izquierda; el Ritmo es la compensación".
Para entender esa ley, decía el autor, había que imaginar un péndulo formado por una esfera de metal, sostenida por un cordel, que oscilaba alrededor de un punto fijo. Bastaba un pequeño movimiento para que la esfera comenzara a moverse de un lado al otro, y cuanto mayor fuese el movimiento para un lado, mayor sería el movimiento para el otro. De este modo si imaginábamos que de un lado del movimiento pendular se encontraba la felicidad y del otro lado la tristeza, las personas fluctuarían, ante el menor acontecimiento externo, entre felicidad y tristeza como la esfera del péndulo.
Y agregaba el autor: "¡Cuántas veces a un período de entusiasmo ha seguido otro de depresión!".
También decía que el hombre sabio sabía usar las circunstancias a su favor y de este modo vencer esta ley del péndulo.
José asintió con su cabeza, y se dijo:
- Es cierto, yo me pasaba la vida fluctuando de un lado al otro, como la esfera del péndulo, pero ¿por qué ahora sigo mal y no puedo salir de esta situación?. ¿Por qué quedé atrapado en el extremo de la tristeza?.
Siguió leyendo: Una segunda ley es la "ley de la polaridad": Dice que todo tiene dos polos, el positivo y el negativo. Explicaba que la riqueza y la pobreza son los dos polos de una misma energía. Que uno tenía que polarizarse en el polo que quería, como si el pensamiento fuese un imán, y de ese modo atrajese a la esfera del péndulo hacia ese lado, y para que quedase en el extremo deseado, había que pensar intensamente en lo que uno quería. Por el mismo principio cada vez que la mente se concentraba en lo que uno "no quería", como ser "no quiero estar triste" la esfera tendía a orientarse hacia el extremo tristeza. Si uno pensaba en problemas la esfera se orientaba hacia el "extremo problemas", y si pensaba en pobreza atraía a la esfera hacia el "extremo pobreza".
José se preguntó entonces cuales habían sido sus pensamientos dominantes de este último mes y tuvo que reconocer que consistían en pensamientos de pobreza, tristeza, conflicto, bronca y dolor.
Se acomodó un poco y siguió leyendo: Existe otra ley "la ley de lo semejante" que actúa junto con aquella y la refuerza. Esta ley dice que las energías similares se atraen. Todo lo semejante se atrae, que si uno estaba bien atraía a su vida circunstancias positivas y que si uno estaba mal atraía lo negativo, y que si esto era muy intenso se realimentaba y fortalecía continuamente. Con lo cual ya no se trataba solamente del campo magnético que uno creaba y que mantenía la esfera del péndulo hacia un lado. Por aplicación de esta ley uno además atraía a otros imanes que se ponían a su lado, aumentando de este modo la atracción sobre la esfera.
En ese momento se dio cuenta que las pocas personas con las que "podía hablar" estaban tan negativas como él. Entonces cerró el libro, se levantó de la silla, miró al cielo, y como si hablase con alguien dijo:
- ¡Basta!, suficiente, ya entendí el mensaje. Ya me cansé de estar mal.
Se fue al baño, tomó una ducha, se afeitó, y se cambió de ropa, buscando colores alegres. Volvió al living, y se puso a buscar entre la pila de cds que tenía arriba del equipo de música, hasta que finalmente encontró uno de música brasilera con mucho ritmo. Luego, y mientras su cuerpo se movía siguiendo el compás, se puso a repasar mentalmente su vida. Pensó en todo lo que existía y que él no había valorado lo suficiente simplemente porque estaba ahí. Pensó en sus hijos, y los vio felices viviendo su vida y su rostro se iluminó. Pensó en su salud, y se vio caminando por un parque lleno de flores mientras tomaba sol, su cuerpo comenzó a erguirse y una suave ola cálida lo invadió. Pensó en sus amigos, y se vio feliz mientras disfrutaba con ellos de un partido de Tenis. Pensó en aquellas épocas en que había comenzado los negocios con su socio y disfrutaban de trabajar, y se sintió próspero. José pensó en muchas otras cosas. Finalmente sus pensamientos volvieron a María y la llamó. Esa noche José, se puso su mejor ropa sport y salió sin su celular. Dicen que volvió muy tarde. Esa noche, en el mundo sutil, la esfera de un péndulo cambió de lado.

Autor: Dr. Dino Ricardo Deon.