EMPUJANDO A NIVEL DEL PISO

El desierto del Sahara lucía radiante esa mañana. Una suave brisa acariciaba la dorada arena, y de ese modo movía sus granos de duna en duna, achicando algunas haciendo crecer enormemente a otras. Cumplía de este modo un mandato milenario. Y mientras la brisa seguía trabajando, allá a lo lejos se movía una figura humana arrastrando un extraño artefacto que dejaba unos curiosos surcos en la arena.
Era Abdul con sus vitales 18 años , y su pelo rubio. Tenía los ojos celestes y bronceada su piel. Estaba envuelto en su ropa de árabe, que lo protegía del calor.
Abdul se apoyo unos momentos contra el aparato, luego para avanzar un poco más siguió empujándolo.
Hoy lo sentía más liviano que otros días, y le fue relativamente fácil llegar a destino, al pequeño Oasis Nipur que ya estaba delante suyo.
Se refrescó en la poza de agua, y luego de dormir un rato, volvió a Luxín, su hogar. El Oasis central de la región, ahí había vivido desde niño.
Abdul conocía todos los lugares en un radio de 5 millas. El intuía que más lejos había otros lugares fascinantes, paradisíacos, pero nunca se había aventurado a encontrarlos por temor a perderse en el desierto, o ser capturado por los ladrones de la región. Además los integrantes del Oasis tenían prohibido decirle hacia donde estaban las rutas que conducían a unos y otros.
Por esto Abdul evitaba ir muy lejos: Recorría un día un poco hacia el oeste, otro día otro poco hacia el este, cuidándose de no alejarse demasiado , de modo de asegurarse que antes de que cayese el sol el pudiese volver a casa, a la seguridad. Era evidente que el temor a lo desconocido lo dominaba.
La vida de Abdul finalmente, con el pasar del tiempo, se tornaba cada vez más aburrida. Una tarde mientras recorría la región empujando su aparato, el fuerte sol se reflejó sobre esa especie de cuerpo metálico, de modo tal que le obligó a entrecerrar los ojos hasta que sus pupilas se acostumbraron. Fue esa tarde que se puso a mirarlo detenidamente mientras pensaba:
- Cómo puede ser que no lo conozca en detalle, si es como si negara su existencia, a pesar que tengo que trasladarlo conmigo cada vez que voy de un lugar a otro.
Y Abdul se entretuvo en mirar su forma.
A veces era como si se pareciese a cierto animal pero no se atrevía a reconocerlo. Pues ese animal significaba mucho para el, significaba la libertad, y justamente esta "cosa" era lo opuesto al aparato que lo esclavizaba con sus cadenas.
Otras veces lo miraba como de afuera, no podía entender porque en esta vida todavía estaba encadenado a él. Si solo le traía inconvenientes y molestias.
- Podría llegar mucho más lejos si decidiese cortar la cadena que me une a él,- se dijo Abdul, pero se contestó solo moviendo la cabeza en forma negativa. Abdul sabía que esto era imposible, y Abdul siguió empujando, mientras se dijo a modo de consuelo:
- Suerte que tiene estas ruedas sino sería mucho más difícil empujarlo. No podía explicarse porqué tenía tres ruedas, en vez de cuatro como los carros de la comarca.
Otro día de mucho sol, subió al aparato se sentó en la silla que había en su interior y se puso a descansar. Miró distraídamente la palanca que tenía a su derecha.
- ¿Para que servirá? - se preguntó, y empezó a moverla de un lado para el otro. Lo curiosos era que ciertas partes del aparato también se movían de un lado para el otro como acompañando rítmicamente los movimientos que Abdul hacía.
En los momentos que el sol estaba en el cenit, Abdul se ponía a descansar bajo la sombra de esos dos grandes brazos protectores que tenía su aparato.
En definitiva la vida de Abdul de desarrollaba alrededor de esa cosa metálica.
Cierta mañana Abdul de despertó antes del alba, pues había un gran revuelo en el campamento. Jaim, el jefe del Oasis le informó que tenían que trasladarse a la Ciudad de Yabatak, 10 Km. al norte de este campamento. Esto lo emocionó mucho pues significaba pasar el límite de lo que él conocía.
Llegó el atardecer, y con la caída del sol la caravana se puso en marcha y Abdul comenzó a empujar. Se dirigían a una Ciudad y esto le estremecía, nunca se había acercado demasiado a la civilización.
Al rato tuvieron que detenerse pues se desató el Simún, la terrible tormenta del desierto.
Abdul subió a su aparato, cerró la puerta y se sentó, como tantas otras veces, a esperar que pasara el temporal. Su mente de pronto recordó cuando de pequeño, la caravana lo encontró en medio de una tormenta de arena similar a esta. El estaba sentado en el interior del aparato como ahora y encadenado.
Abdul se sonrió mientras seguía recordando. Le pareció ver claramente la cabeza del camello en medio de la nada y luego la cara sorprendida y buena de un árabe. En ese momento la tormenta cesó definitivamente y el árabe abrió la puerta y lo ayudó a salir . Fue cuando el árabe se disponía a cortar esa larga cadena que lo unía al aparato que Abdul llorando y presa de un shock emocional, gritó:
No, por favor no corte la cadena. Su decisión fue aceptada. Y Abdul fue tomado como hijo de ese árabe, que resultó ser el Jefe Jaim , el jefe de los beduinos.
De aquellos recuerdos le quedaba: el aparato, la cadena, una carta de su padre que guardaba cuidadosamente, y la historia de Yorana.
La carta de su padre, la encontraron en el aparato. Era un papel con unas líneas garabateadas, por un Sr. llamado Michelson, que decía que había tenido que dejar el aparato debido a la tormenta y había salido en busca de ayuda y que había encadenado a su hijo por seguridad mientras él volvía.
La historia de Yorana, una de las esposas de Jaim, que lo cuidó apenas lo encontraron, consistía en que Abdul afirmaba, mientras volaba de fiebre y deliraba, que en medio de la tormenta se le había aparecido una bola de luz, y que luego esa bola de luz se había abierto y de su interior había salido un hombre flotando a un metro de altura y que la tormenta se había detenido mágicamente por unos momentos, y que este hombre envuelto en esa bola de luz dorada le había dicho:
- No te preocupes, serás rescatado por una caravana, no volverás a ver a tu padre, pero deberás permanecer unido a este aparato hasta que entiendas tu misión en la vida, y para ello deberás crecer interiormente hasta que descubras la relación que hay entre ese aparato y tu mundo interior.
De pronto los pensamientos de Abdul volvieron al presente, pues la tormenta había cesado y la caravana ruidosamente se había puesto de nuevo en marcha.
Abdul bajó del aparato, y miró su cadena. El sabía que su pasado y su futuro estaba relacionado con esto, pero aún no se podía explicar el porqué.
Estaría a unas dos millas antes de la ciudad, cuando sintió un extraño ruido traído por la calurosa brisa del norte, y grande fue la sorpresa de Abdul cuando vio surcando los aires un aparato como el de él. sorprendido lo siguió con la mirada y con la boca abierta, no podía creer que hubiese otro en el mundo.
El sorprendente aparato pasó sobre su cabeza emitiendo un extraño ruido como el graznido de 100 aves gigantes. Y Abdul lo siguió mirando hasta que desapareció detrás de una duna. Comenzó a correr para no perderlo de vista, pero la cadena que lo sujetaba a su aparato lo hizo caer con su cara contra la arena. Se levantó, se limpió como pudo la boca llena de arena, y despacio fue empujando su aparato, hasta que volvió a ver al otro cuando ya estaba en tierra.
Una persona con una extraña gorra, unas antiparras y una campera de cuero miraba en la parte interior del aparato como controlando algo. Y allá fue Abdul empujando de nuevo.
El hombre lo vio llegar sorprendido, se quitó la gorra y se rascó la cabeza como queriendo encontrar una respuesta a la pregunta:
- Que hacía este muchacho empujando un " Luscombe 8 E" por estos lugares.-
Zenón conocía todos los aviones de la región y por aquí no había volado un Luscombe desde hacía más de 10 años. Abdul se presentó muy emocionado y ante la curiosidad de Zenón sobre la cadena, por primera vez en su vida Abdul contó la historia de la cadena.
Zenón no entendía de que le estaba hablando pero acepto, mientras dijo para sí:
- En estos lugares si que se conocen gente extraña...
Y Zenón dijo ya que este aparato es importante para tu crecimiento voy a explicarte de que se trata.
- Mira Abdul, "eso" a lo que haz aceptado estar encadenado hasta este día es una avioneta, más precisamente un Luscombe 8 E, modelo 1947- y luego agregó:
- Es factible ir de un lado al otro empujándolo tu ya lo haz demostrado, pero que no había sido diseñada para eso-.
Zenón no pudo evitar sonreírse ante sus propias palabras tan obvias, y se sintió obligado a agregar:
- Es más en tierra las avionetas son torpes, inseguras, su gracia, sus prestaciones las daban en su lugar natural, el aire.
Abdul escuchaba absorto y luego le pidió que le enseñara todo lo que pudiese del avión a cambio de trabajo.
Zenón le enseño primero a conocerlo físicamente. Le explicó cada parte de su interior y para que servía, cual era la finalidad del bastón de mando, que tanto le había llamado la atención, y la relación que este tenía con las alas y el timón de cola.
Finalmente Abdul pudo entender esos círculos delante de la silla : era el tablero de comando que le permitía tener información precisa para conducir el avión. En ese momento comprendió la diferencia entre mirar y ver.
Hasta ese momento el había mirado unos extraños círculos insertados en una madera. Ahora veía claramente un velocímetro, un altímetro, un cuenta revoluciones y los demás instrumentos de control, que podían marcar la diferencia entre vivir o no cuando sucedía algo inusual en el aire.
Y por último Zenón le enseño a volar.
El aparato que en tierra Abdul había tenido que empujar por años, ahora con el motor encendido se trasladaba torpe pero alegre de un lado para el otro por la arena, y en el aire era maravilloso.
Abdul se sintió libre, ahora vio la relación que no quería ver con los pájaros, la libertad.
Cuando ascendía con el avión a quinientos pies de altura, todo allá abajo de veía pequeño y claro. Desde arriba podía ver las zonas desérticas, los oasis.
Podía ver las tormentas antes que los otros y avisarles. Podía ver si una ruta estaba obstruida. Pudo finalmente entender aquello de ver las cosas "desde arriba", y aquello otro de "tomar distancia para entender que está pasando". Si antes no podía ver mucho mas allá de sus narices, ahora veía millas por delante.
Además podía trasladarse de un lugar al otros con rapidez. Y Abdul a medida que fue conociendo mejor a su avioneta pudo realizar cada vez mayores proezas.
Debido a sus nuevas habilidades con el avión, su visión se vio expandida. y para sus amigos de la caravana se convirtió en una especie de iluminado y por eso a partir de entonces lo llamaron "Atukan", que significaba "el que podía ver más allá que los otros".
Hasta que un día de pronto mientras volaba a más de 2000 pies, se diría cerca del cielo, se le apareció en el horizonte la bola de fuego y la imagen del maestro que le dijo:
- ¿Entendiste hijo mío la relación entre el avión y tu interior?.
Abdul se estremeció, luego empujó el bastón de mando hacia la izquierda, apretó el pedal del mismo lado y el ala bajó para tocar la linea del horizonte y entonces la avioneta giró sobre su izquierda 180 grados y volvió al aeródromo. Pidió muy sereno una sierra y con una sonrisa cortó la cadena, luego abrazó a todos y les dijo con profunda paz y alegría:
- Finalmente he comprendido mi misión.
Nadie pudo entender que significaba esto, solo se supo que Abdul a partir de ese día dejó de volar, tomó para sí el nombre de Atukan y el resto de su vida lo dedicó a ayudar a otros a ver el avión dentro de si mismos.

Autor: Dr. Dino Ricardo Deon.