LA FELICIDAD, GRACIAS A DIOS

Beatriz estaba sintiendo los rayos de sol sobre su cuerpo. La preocupación respecto al daño que le podría ocasionar el sol, el eventual cáncer de piel que pregonaban las revistas y los periódicos no la dejaba disfrutar del lugar. Apartó ese pensamiento y otro ocupó su mente.
- ¡Que bronca! -pensó, mientras una mueca de disgusto aparecía en su rostro.
- Compré un coche 0 KM. y no puedo elegir el color gris plateado y tengo que conformarme con el gris topo.
Ese color realmente no le agradaba y se movió intranquila en su reposera.
Apartó también este pensamiento.
Cuando recién comenzaba a amargarse pensando que no tenía que ponerse para la fiesta del sábado, un ruido la volvió a la realidad.
Era la señora de la limpieza. Había llegado justo, pues Beatriz estaba realmente enojada con ella. Al llegar, el viernes, al Country, no había encontrado lo suficientemente limpia la casa. Era evidente que María, no se había esforzado lo suficiente esta semana en la limpieza. Iba a retarla cuando María, le dijo como a manera de saludo:
- Gracias a Dios que nos cuida.
- Gracias a Dios, -repitió mecánicamente Beatriz- que llegaste, porque la casa no está limpia y hoy tengo invitados a cenar.
- Perdone Sra. -dijo María a tono de disculpa- si las cosas no están como a usted le gusta, pero -agregó- es que se me quemó la casilla donde vivía.
- ¿Se quemó tu casa? -preguntó Beatriz sorprendida.
- Si Señora, se quemaron también todas nuestras cosas: la ropa, la radio, hasta el colchón. Todas nuestras pertenencias. Y agregó sonriente -pero gracias a Dios no pasó nada grave.
- ¿Cómo no ha pasado nada grave? -dijo Beatriz sorprendida- ¿no dijiste que perdiste todo?.
- No, Sra. no es eso -dijo María con la misma sonrisa en los labios, buscando explicarse correctamente- Quise decir que, gracias a Dios, ni a mis chicos, ni a mi marido, ni a mí nos ha pasado nada. Estamos todos bien.
- Y gracias a Dios, -continuó diciendo- una tía nos ha a prestado un cuarto y un colchón para salir del paso.
- Y gracias a Dios, -agregó- tengo más trabajo y esforzándome un poco más, de a poco, podré reponer lo perdido.
- Gracias a Dios, que existen personas como vos. -estas palabras salieron de la boca de Beatriz, sin que ella tuviese consciencia de haberlas pensado, y menos de haberlas pronunciado con tanto amor. Estas palabras retumbaron en la cabeza de Beatriz como las campanadas de las doce en una iglesia de un pueblo de montaña.
Se desprendió, sorprendida, del abrazo con el cual tenía sujeta a María, pues no era consciente de haberse movido de su reposera.
Y miró cómo María, alegremente y confundida por la extraña actitud de "La Señora", se dirigía a la cocina a lavar la vajilla.
Beatriz se dirigió, sin darse cuenta, hacia el jardín, y se puso a remover las malezas que habían crecido junto al rosal del frente.
- ¡Qué profundo agradecimiento experimentaba esta mujer hacia las circunstancias de la vida! -pensó Beatriz- Cuánta falta nos haría en ciertos momentos poder decir con una sonrisa y con el corazón profundamente abierto: ¡Gracias a Dios!".
De pronto Beatriz se encontró con un pensamiento que salía, sin su permiso, de algún lugar de su mente y se dirigía directamente hacia el universo y que decía: ¡Gracias a Dios por la enseñanza, gracias a Dios!.

Autor: Dr. Dino Ricardo Deon.